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Tanto tienes tanto vales


No, no voy a ponerme a filosofar pues este blog trata de ser eminentemente práctico. Pero sí  quiero destacar que en el maravilloso libro Filosofía cínica y crítica ecosocial, de Jose Alberto Cuesta  (Ediciones del Serbal) podéis encontrar muchas de las claves de los movimientos ecológicos actuales y sus fundamentos filosóficos.

Pero bueno, vamos al grano. Imaginad una persona cuyas únicas posesiones sean un tonel, un manto, un zurrón y una escudilla. Nada más. ¡Pone los pelos de punta! Y que además, cuando este personaje ve a un niño beber con las manos, decide que aún le sobra la escudilla.  Está claro que la primera exclamación  es: ¡Está loco! Y de inmediato le propondremos para que le admitan en el psiquiátrico.

¿Y qué diríamos si a este loco acuden a pedirle consejo los más célebres hombres de su tiempo, le temen muchos de sus contemporáneos y le siguen gran número de fans?  Pues que algo tenía que tener (de haber vivido en tiempo del twitter hubiera sido trending  topic mil veces, seguro).  

Estamos hablando del griego  Diógenes  ( 412-323 AC) que perteneció a la escuela cínica (ojo no confundir esta escuela con la definición de cinismo que se da hoy en día).  Desde Alejandro Magno a Platón, le escucharon, temieron o reverenciaron.

La principal virtud de Diógenes fue predicar con su ejemplo sobre la supresión de las necesidades para alcanzar la virtud. No quiso tener nada porque así era libre para decir lo que quisiera y obrar como le daba la gana. Sin ataduras de ningún tipo. Vale la pena leer un poco sobre él.

Y sí, es verdad, las cosas nos atan. ¿Qué pasa si dejas algunas cosas materiales a un lado? ¿Qué ventajas te ofrece viajar más ligero de equipaje?  

Pd.- Gracias Jose Alberto por tu genial libro. ¡Deberíamos tenerlo como manual de uso diario!

Con los tuyos


¿Cuánto tiempo hace que no miras para atrás voluntariamente, que no recuerdas a esa gente que te dejó huella? No hablo de un recuerdo fugaz, de un pensamiento que te viene de repente, sino de parar, pensar, recordar, revivir y aprender.
En esta sociedad tan dura y exigente, que casi cada minuto nos fuerza a sobrevivir, olvidamos el pasado  que nos formó. Tal vez por esto, en ocasiones, dejamos atrás nuestros valores, aquello que nos hace únicos y distintos.
Me atrevo a dejaros aquí un relato  mío sobre este asunto. Espero que os guste…y que os haga recordar.

 En familia
(Para mi amiga Geno, creo que le gustará)

Colocó las velas sobre el mantel. Sonrió. La mesa de celebración quedó lista. Le gustaba realizar personalmente los preparativos para la cena de Nochebuena. Repasó la ubicación de los comensales.Él presidiría la mesa, a su izquierda y más cercano quedaría su padre, luego su madre, después sus dos hermanos. En el otro lado, su mujer, su hija, su único amigo y al fondo el padre Lucas, añorado maestro y tutor en su infancia.
Pasó a la cocina para ultimar el menú. Cada año lo variaba, en función del particular gusto de los comensales. Gesticuló un rictus malicioso al imaginar a su madre enfrentándose al plato de angulas que tanto gustaban al padre Lucas. La realización del postre, especial para su adorada hija, le ocupó más tiempo del esperado. Presuroso, vistió sus mejores galas y preparó la recepción de los invitados.

            Sentado a la mesa, vio los rostros de todos sus seres queridos. Disfrutó el instante. Oyó la tan sabida excusa de su amigo que siempre llegaba tarde “al ir a salir, busqué las llaves de casa y no las encontré”. Dirigió un guiño guasón y cómplice a su hermano gemelo.

            Antes de cenar, solicitó al padre Lucas una oración. En silencio, escuchó la plegaria y agradeció la petición al Señor para que mantuviera unida a su familia. Luego habló él, recorriendo todos los rostros con la mirada “mi motivo de vida sois vosotros. Si muero, os olvidarán y desapareceréis. Vivís en mi. Por eso quiero vivir”.

            Alzó la copa con su temblorosa y artrítica mano de ochenta y tres años y brindó frente a las fotografías de cada uno de sus desaparecidos seres queridos.

Despacio, sin querer ser herido por las ausencias, empezó a cenar.

 

 

 

Hablemos de ... trabajo.


En este blog hablo de preparar el futuro. Y le doy vueltas a mil y una ideas para la mejora personal. ¿Y con qué objetivo? Pues, …, pues, …, pues,…no es fácil dar una respuesta concreta.
Así que tengo que poner los pies en el suelo y ser un poco más práctico.  ¿Qué tal si me atrevo con algo tan necesario como encontrar trabajo? ¿la preparación para encontrarlo? ¿Cómo buscarlo? ¿Qué pasos dar?
Salvo mi experiencia personal, divertida en general,  no tengo muchos consejos que dar. Así que al final de esta entrada os adjunto una relación de blogs totalmente centrado en estos asuntos. Son más expertos que yo. Seguro que alguna conclusión sacáis.
Entonces ¿ya se ha acabado esta entrada?...¡No, por supuesto! Me quedan un montón de preguntas que hacerte si es que te interesa este asunto.  (Si ya lo tienes resuelto, hoy te doy vacaciones).
¿En qué eres realmente bueno?
¿Qué piensan tus amigos de tus valores para el trabajo?
¿Qué estás dispuesto a sacrificar para obtener un puesto de trabajo?
¿Cómo afrontas tu situación laboral con tus amigos y con tu entorno?
¿Te mueves en el entorno más adecuado para encontrar trabajo?
¿Quieres trabajar por tu cuenta o por cuenta ajena?
¿Cuánto tiempo puedes estar sin trabajar?
¿Qué plan de acción tienes para afrontar la búsqueda en un plazo concreto?
¿Qué posibilidades le ves a  realizar varios trabajos que generen un sueldo?
¿En quien puedes apoyarte para emprender?
En fin, veréis que hay un montón de preguntas que es necesario responder para ponerse, de verdad, en búsqueda activa.  Claro que el mercado está duro, claro que hubo épocas mejores. En efecto,  asumamos la situación real tal y cómo está,  busquemos en nuestra caja de herramientas y usemos las mejores para sacar el máximo rendimiento al momento actual.  
Ah, que no se nos olvide: una vez respondidas estas preguntas en profundidad, no hemos acabado. Viene otra batería más, esta vez sobre el cómo.
(Como coach,  esta es una de las tareas más apasionantes y gratificantes).
Os dejo con algunos enlaces:

¡Un de paciencia, por favor!

Estoy trabajando duro y con constancia para conseguir lo que quiero. Bien, hasta aquí. De hecho, en este blog ya hemos hablado de la constancia dándole la importancia que se merece. Alcanzar una meta depende de la constancia.
Pero,.., hay veces que ese camino se nos hace duro, pesado, casi insoportable. Tanto que nos altera el carácter, que nos hace sentirnos incómodos, que nos puede hacer hasta daño. Mentalmente nos supone un esfuerzo terrible.
Por eso necesitamos un buen aditamento para la constancia: La paciencia.
Vaya, ¿no es lo mismo? Pues no.  Recordemos que la constancia es la Firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y en los propósitos (RAE). ¿ Y qué debemos añadir a esto para que todo funcione bien? Pues la paciencia, entendida como la  Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse (RAE).
Así que la paciencia es una actitud. Y guarda una relación estrecha con la calma y la paz.  Una persona paciente es aquella que sabe esperar y logra tomarse las cosas con tranquilidad. La paciencia también representa la facultad de aprender a aguardar por alguien o por algo sin perturbarse durante la espera.  Quiero destacar la palabra “aprender”. La paciencia se aprende.
La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Es la virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse.
Y por favor, no confundir la paciencia con el pasotismo. No se puede acusar de pasota a quien sabe lo que quiere, como conseguirlo, el esfuerzo que supone, las contrariedades que va a tener, lo que depende de uno, y admite que la vida no es una línea recta y de una única dirección.
Sed pacientes con mis escritos.

Calla un poco


En una buena discusión, sé dueño del silencio.  
Entonces, ¿cómo discuto?

Está claro que si lo que quieres es tener una refriega, pues ya sabes, no dejes hablar a tu oponente. Mete tus comentarios antes de que él acabe, no le dejes terminar ninguna frase o razonamiento, y si es posible, atácale con saña. Ah, y de vez en cuando le insultas. El resultado, seguro, serán un par de bofetadas o los gritos y el follón. Bueno, allá cada uno. Casi, casi, mejor un ring. Es más noble y no hace falta hablar.
Pero si en esa discusión quieres conocer el punto de vista del de enfrente y compararlo con el tuyo, aprender y valorar el peso de tus convicciones, entonces, utiliza el silencio. Manéjalo.

Son sólo dos décimas de segundo. Bueno, exagero, un par de segundos. Cuando estés en esa conversación interesante, deja que acabe su exposición. Y entonces, cuando haya acabado, mírale y calla un par de segundos, como dándole pie a que siga. Te prometo que a partir de ese difícil silencio, de ese hueco que creas en el diálogo, pones al otro en una situación desconocida.  Le estás diciendo sin verbalizarlo: sigue, te escucho. O bien, ¿estás seguro de lo que acabas de decir? Le estás poniendo a prueba con tu silencio. Lo más probable es que  a partir de ese momento le veas dudar más, le oigas empezar a asumir tus valoraciones, a pedirte tu opinión. En fin, a dar pie a una buena conversación con respeto y ganas de aumentar conocimiento. ¿Sólo con dos segundos? Sí, aunque parezca mentira. Mirada profunda y dos segundos de silencio. Pruébalo. Te sorprenderá.