Ya sabéis de mi pasión por el coaching. Así que hoy, toca.
Hay gente que se ha
preparado para acompañar a otros a conseguir sus objetivos. Ni dirigir,
ni asesorar, ni ayudar, ni aconsejar, ni curar. Simplemente para acompañar. Este
es el proceso del coaching, esa es la función de un coach: acompañamiento.
Con cierto tiempo y
explicaciones, el cliente puede llegar a comprender esto. Introduzco la palabra
cliente porque este acompañamiento, el coaching, es una relación comercial entre dos personas.
El cliente le paga al coach por su acompañamiento. Aquí viene la dificultad.
Nadie quiere pagar. La valoración de este servicio es muy compleja, difícil de
asimilar y asumir por parte del cliente.
Pero la tozuda realidad demuestra
que los beneficios que puede obtener la persona que necesita ese acompañamiento
son enormes. De hecho cuando he preguntado cual es el verdadero valor de conseguir esos
objetivos que han alcanzado, no hay respuesta. No la hay porque reconocer esa cantidad significaría estar en deuda con el coach. Pero la respuesta no
verbal, la física, la que se ve muchas veces a través de una sonrisa cómplice o
de ese abrazo o de un buen apretón de manos, indica a las claras que ha salido
más que barato.
Mi experiencia así lo confirma.
¿O por volver a poner un
negocio de restauración en números positivos tras estar a punto de cerrar por
las deudas?
¿O tal vez ese otro que iba
a invertir una cantidad importante de dinero, teniendo que pedir prestado, para
un negocio que al final vio que no debía hacer y se retiró a tiempo?
¿O aquella madre trabajadora,
tan agobiada por el cuidado de sus hijos
pequeños y sin tiempo ni para respirar y que encontró huecos para poder
realizar sus propias actividades?
¿O el que estaba en un
proceso de separación dura, difícil, y que lo llevó a buen puerto gracias a adquirir
los hábitos de la paciencia, tolerancia y empatía?
Estas situaciones y
muchas otras se dan en estos acompañamientos en los que el potencial del
cliente, que no del coach, se pone en marcha.
¿Qué valor económico se
le puede atribuir a este proceso?
Pd.- Os adjunto la explicación de Platón sobre cómo Sócrates entendía este acompañamiento. Me encanta. Ya lo tengo puesto en el lateral del blog pero lo dejo aquí por si algún dia anuncio otra cosa en ese espacio. Así queda constancia.
EL ARTE SOCRÁTICO DE PREGUNTAR:
El oficio de partear tal como yo lo desempeño, se parece en todo lo demás al de las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres y no sobre la mujeres, y en que asisten al alumbramiento, no los cuerpos, sino las almas. La gran ventaja es que me pone en estado de discernir con seguridad, si lo que el alma de un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real. Por otra parte, yo tengo de común con las parteras que soy estéril en punto a sabiduría, y en cuanto a lo que muchos me han echado en cara diciendo que interrogo a los demás y que no respondo a ninguna de las cuestiones que se me proponen, porque yo nada sé, este cargo no carece de fundamento. Pero he aquí por qué obro de esta manera. El Dios me impone el deber de ayudar a los demás a parir, y al mismo tiempo no permite que yo mismo produzca nada. Ésta es la causa de que no esté versado en la sabiduría y de que no pueda alabarme en ningún descubrimiento que sea una producción de mi alma. En compensación, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan, y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el Dios quiere fecundarlos. Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí, y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el Dios a hacerles concebir·
Platón, Teeteto(Platón, Diálogos. Editorial Porrúa, p. 301)