Si dejamos fluir sin más las emociones que arrastra este sentimiento empezará la batería de afirmaciones: “Tiene suerte, alguien le protege, lo ha conseguido sin méritos, no se lo merece,… “ y así hasta el infinito. De tal manera que no tenemos una explicación sino una justificación irracional de qué ha ocurrido para que el otro tenga lo que nosotros queremos tener. Al no haber un razonamiento coherente, esa idea nos va a estar golpeando continuamente y no va a tener la solución adecuada. La envidia, como sentimiento irracional, puede ser muy perniciosa. Nos aboca a una realimentación negativa permanente de varias emociones: indignación, furia, agresividad, enfado, miedo, pena profunda...
¡Vaya coctail!
¿Cómo paramos esta bomba de relojería de destrucción masiva? Por supuesto, la primera pregunta sería ¿para qué lo quiero? Ójala la respuesta tenga lógica. Si la tiene, cosa que no siempre sucede, seguiríamos con ¿Qué puedo hacer para conseguirlo? Y luego ¿Estoy dispuesto a esforzarme lo necesario para conseguirlo? ¿Qué capacidades necesito para alcanzar ese objetivo? y ¿Cómo me veo si lo consigo? Estas preguntas hacen que el foco de atención pase del otro, del envidiado, a ser tú mismo, es decir, empieza a dejar de lado lo que le ocurre al otro y te enfrenta con tu realidad y con tu capacidad de esfuerzo.
En muchas ocasiones, estas preguntas contestadas con sinceridad hacen que el nivel de envidia disminuya e incluso desaparezca. Y entonces, sólo entonces, estarás dispuesto para actuar,…, si es lo que de verdad
quieres.
Ah, y de paso, alégrate y felicita al otro por lo que tiene y reconócele sus méritos, porque ya sabrás cómo lo ha conseguido. Esto también ayuda.
Con envidia sana, si queréis leer más, os recomiendo este artículo:
Javier, tu post me ha llevado a la reflexión de que a veces puede haber confusión entre lo qué deseamos por envidia-ello significaría que desearía poseerlo yo y que no lo tuviese la otra persona-y lo que deseamos porque vemos que si es bueno para la otra persona también lo queremos para nosotros-esto llevaría a que fuese visto con buenos ojos la posesión por parte de ambos, llamese dinero, poder, suerte, salud, amistad...-. Claro que el problema viene cuando lo que se quiere es amar. No hablo de ese amor universal, ni de una aventura ocasional, hablo del vedadero amor de pareja y ese sí que es muy egoista. Este si podría llevar a sentir esa envidia, acaso insana, de ver que la persona deseada y única está con otra persona. Ímposible felicitar al rival por su éxito aún entendiendo que no se puede obligar a una persona a que te ame.
ResponderEliminarLa historia de la ENVIDIA del anecdotario de Victor Hugo la recuerdo contada por mi padre cuando yo era bastante más jovencita.
Un abrazo.
En efecto Alicia, como bien dices, la envidia se mueve en el campo de los otros, dejando tuerto al de al lado aunque tú te quedes ciego. Quieres lo del otro, aunque este se muera. Otra cosa es el deseo racional,aquel que te lleva a querer algo, sin que sea un perjuicio para el de al lado.
ResponderEliminarY por supuesto, un tercer tema que planteas es el del amor. ¡Madre mía, necesitaríamos varios años y dos o tres blogs para intentar descifrar esto. Entiendo que no felicites al rival pero la posición de verdad insana sería querer matarlo,...
Hola Javier:
ResponderEliminarLa verdad es que este tema de la envidia no me lo cuestiono mucho, creo que se pierde bastante el tiempo pensando en lo que tienen los demás, yo suelo dar por hecho que lo han conseguido con trabajo y esfuerzo y que se lo merecen, no siempre lo tengo tan claro pero bueno, es muy importante hacerse las cuestiones que planteas y tener claro que nosotros tenemos muchas cosas que valorar y que tambien podermos conseguir otras muchas y que tambien hay otras que tienen los demas y nosotros no queremos o necesitamos. Esto en lo que se refiere a lo meterial , en el caso que plantea Alicia cuando hay sentimientos por el medio, no se creo que en ese caso la racionalidad sirve de poco.
Aprovecho para desearte un 2013.
UN ABRAZO.
NOELIA