Acompáñame dándole al botón "Me gusta" y mejor aún dándole al botón "participar en este sitio". Se está muy bien en buena compañía.

En facebook

Seguidores

Mostrando entradas con la etiqueta emociones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta emociones. Mostrar todas las entradas

¡¡Maldad!!



¡Qué duro es que alguien te haga daño! Pero peor aún es si no sabes porqué.   En una conversación con alguien cercano me explicaba que lo había pasado muy mal pues una persona de la que dependía económicamente le estaba perjudicando cada día más. Sin explicaciones, sin ninguna razón, sin que viniera a cuento. Poco a poco. Apretándole cada día más. No lo entendía. 

Me dijo que a partir de ahora iba a dejar de confiar en la gente pues esa persona le había hecho mucho daño. La definió como una persona mala. 

Esto me hizo pensar en la maldad. Mejor dicho, en la existencia real de ella. Porque la maldad existe. Está ahí. Más de lo que nos creemos. Y lo que es peor, desde mi punto de vista existe y no tiene razón. Simplemente es. 

Hay personas que hacen daño sin más. Por hacer daño. No sé que encuentran en ello. Pero actúan así. Porque puedo empatizar – que no admitir – con la venganza, la ira, el desengaño, la envidia u otros “dones” similares. Pero no me cabe en la cabeza, no entiendo, no empatizo, no comprendo, cuando el fin último es dañar por dañar

Mi amigo puso en duda todos sus valores – yo también – y casi le requebrajan por la mitad. Estaba obsesionado por encontrar una explicación a la actuación de esa persona. E incluso dispuesto a cambiar su forma de ser para ponerse en modo defensivo permanente. La maldad le apresó, le atemorizó y removió sus principios. 

Menos mal que este terremoto no le destrozó sus estructuras.  Sus principios le permitieron distanciarse, alejarse y retomar posición, poniendo simplemente al malo en su sitio justo. Sólo a ese malo, no a todas las personas que le rodean. Tuvo que trabajar fuertemente con sus valores y principios para superar la situación. Lo pasó mal pero al final triunfó. Salió victorioso en una difícil batalla, tal vez la mayor de todas. 

En este mundo en el que buscamos nuestro sitio con anhelo no podemos olvidar que la maldad existe. Hay que reconocerla, denunciarla y apartarla.   Eso sí, preguntémonos si vale la pena buscarle justificaciones si la peor maldad es la que no las tiene.

Leer,leer,leer

Al igual que en otro post os informé de las ventajas de escribir, esta vez tras el periodo vacacional os invito a hacer algo que, con las urgencias,  las prisas y la velocidad de información, estamos dejando de lado.


Bueno, no voy a generalizar. No voy a generalizar porque yo he sido durante este año el primero que ha abandonado ciertos hábitos. He tenido que parar por vacaciones, aislarme un poco del mundo tecnológico, apartar la presión diaria del trabajo y de otras actividades para darme cuenta de la barbaridad que había hecho.  ¡He estado un año sin leer libros!  

Informes, noticias rápidas, manuales de consulta, etc,etc, todo eso sí. Pero tener un libro entre manos, dedicarle varias horas, no tener prisa, disfrutar con las experiencias que tienen otras personas, sumergirme en aventuras que los buenos escritores nos regalan, leer e intentar comprender los pensamientos o puntos de vista  distintos a los míos, intentar ponerme en la piel de los personajes imaginarios o reales que nos presentan, todo eso lo aparqué durante este año. Pero he vuelto. No sé cuantos libros han caído en estos días. Bastantes.


Había olvidado el placer de que el tiempo deje de existir y el mono que conlleva dejar un libro al final del dia, a esperas  de que llegue el siguiente y poder continuarlo.  He movido las neuronas. Me he reído, he aprendido y he disfrutado de momentos que nunca debí abandonar.  Prometo no volverlo a hacer. Lo agradeceré. 


Quinesiología: el cuerpo habla

Siempre hay posibilidades que debemos rastrear. La curiosidad es la cualidad más importante del crecimiento personal. ¿No hay nada más allá de lo que sé?

Para mí esta respuesta es fácil: “Sí, está todo para descubrir” Claro que esto me obliga a arremangarme, abrir las ventanas y dejar que entre la luz necesaria para distinguir las cosas.

Hoy toca quinesiología (lo pongo con q y no con k porque así aparece en el RAE). Había oído hablar de ella hace bastante tiempo y ahora se me ha vuelto a despertar la curiosidad sobre esta ciencia. Tal vez a algunos les sorprenda que utilice la palabra ciencia pero es que algunos países su enseñanza ya está regulada y admitida su aplicación.

Y sobre todo hoy os invito a indagar sobre la relación entre tono muscular o respuesta muscular y emociones. La kinesiología, o por lo menos alguna de sus ramas,  trata el cuerpo humano como un todo unido, y por tanto considera que todo lo que nos pasa por la cabeza afecta de una manera u otra a nuestro cuerpo. Desde ahí, con las técnicas adecuadas, se puede llegar a corregir determinados estados emocionales nocivos que tienen su reflejo en algún síntoma del que en principio se desconoce su causa y por tanto es difícil de sanar.


Hay quien duda de la quinesiología, de sus resultados. Por supuesto, yo no seré ni quien le contradiga ni quien le anime. De momento solo sigo intentando profundizar porque maneja unas herramientas que, de ser ciertas, abren la puerta al cambio, a la mejora, y a la salud personal.  De no ser así me habré divertido mucho en la búsqueda. Que no es poca cosa. 

¡Ya tengo trabajo!

“¡Ya tengo trabajo!”  

Reconozco que cuando esta semana escuché la frase través del móvil, el corazón me dio un vuelco. Porque no hay mayor alegría que pueda recibir un coach. En este caso yo. Tras estas palabras hay muchas horas de trabajo, de esfuerzo, de lucha, de desesperación, de frustraciones, y de ilusiones, …, de quien me lo dijo.

Sí, el objetivo está cumplido. Esta persona descansa …y yo también.  Ahora puedo pensar más fríamente en cómo se ha desarrollado el proceso. Desde luego, en la base están las palabras. En cada caso que me encuentro veo que las palabras que utiliza quien me busca, le hacen un daño casi insoportable. Son su peor enemigo. En cada pensamiento que desarrolla hay un auto ataque continuo. Eso sin hablar de los repetidos viajes hacia atrás, hacia lo que ya no se puede variar…

Pero hoy quiero centrarme en la parte que más me sorprende (y por tanto me divierte)  siempre de un proceso de coaching. Cada vez redescubro que ninguno de todos los caminos que yo le propondría  transitar a esa persona en búsqueda de su fin, le valen. Ninguno.   

Me cuesta mucho pero he aprendido a disfrutar de esto. Y por tanto a esperar. Sé, estoy convencido, lo tengo comprobado, que mis soluciones (mis consejos a su situación) no le sirven. Ninguna de las situaciones de éxito que he tenido en el coaching  han pasado por poner en práctica mis propuestas. Nunca. Por tanto, no sirven de nada. 

Compruebo, caso tras caso,  que debo vivir estos procesos de la mano de la expectación total, en espera de que el cliente me enseñe el camino – desconocido para mí - que él va a recorrer.  

Así que he aprendido el don de la paciencia, de la espera, de la confianza en quien me pide acompañamiento. Me lo dijeron cuando me formé en coaching pero,…, yo tampoco me lo acababa de creer.

Por eso, cuando ves que alguien llega a su objetivo, por un camino que tú como coach desconoces, y ni imaginas, es entonces cuando crees en el milagro de las personas, en su valor único e intransferible. Una persona, una sola solución. Así que en este caso si sumamos a la sorpresa continua con la que se vive el proceso de coaching, la alegría de ver que el objetivo propuesto se alcanza, comprenderás que me pegue un subidón del que me es difícil bajar en varios días.


Bien solo, bien acompañado, vale la pena hacer este recorrido que te lleva a hablar de tú a tú con todo el potencial interior. ¡Es realmente sorprendente!

Repitiendo errores

Tendemos a acumular cosas. Y también sentimientos. Esto nos afecta. 

Permitidme que os cuente una situación que ocurrió en una empresa en la que trabajé. Puede ilustrar muy bien el asunto de hoy.

Al poco de estar allí hubo un incidente con el suministro de un material. De inmediato mis compañeros de comercial y logística (departamentos que yo dirigía) se empezaron a quejar de los grandes errores continuos que se producían en fábrica. Lógicamente me asuste y me ocupé de aquello.  

Al cabo de un tiempo, volvió a suceder otro incidente. De nuevo, tal vez con más fuerza, arreciaron las críticas a los otros. Otra vez echaron en cara la cantidad de fallos que sucedían. El ambiente entre departamentos se hizo irrespirable. 

Esta vez, paré. Decidí confirmar ciertos aspectos.  Fue sorprendente.

Verifiqué que el error anterior había sucedido hacía tres meses.  Que sacábamos por la puerta de fábrica cientos de artículos diariamente. Por tanto, el índice de errores era mínimo, casi cero absoluto. Eso sí, cada vez que sucedía algo, mis compañeros acumulaban en el relato todos los errores anteriores,…, que habían sucedido hasta diez años atrás.

Pero esto no era cosa sólo de quienes trabajaban conmigo. También mis jefes hacían lo mismo. Ante un error, acumular recriminaciones. Imaginad el ambiente tan tenso que se creaba.

Me costó mucho trabajo y muchas conversaciones convencer tanto a los de arriba como a los de debajo de que aquello no tenía sentido alguno y que enturbiaba el ambiente e incluso las relaciones personales.

Finalmente decidí que me lo dieran por escrito. Ahí se acabó el problema. No fueron capaces (ni los de arriba ni los de abajo) de demostrar que nuestra fábrica funcionaba mal.

Eso sí les quité la satisfacción de lanzar bulos  y falsas acusaciones. Ese deporte nacional tan arraigado en nuestras costumbres. No sé por qué a más de uno aquello le hacía feliz. 

Pues lo mismo nos pasa en las relaciones personales. Somos capaces de acumular porquería aunque nos tengamos que cargar todo los que nos rodea y nos sustenta.  ¿Pero cómo somos tan burros?

Soy ignorante (lo prefiero)

Pues sí, dentro de esta época en la que me ha dado por el “Soy,..” reconozco que iba a hacer un post sobre “Soy vanidoso”. Pero tras informarme un poco, creo que hoy toca llamarme ignorante, lo prefiero. .
Mira que llevo tiempo escribiendo, que debería conocer el significado de las palabras más comunes. Pero no, les atribuyo significados que luego no son los que de verdad tienen.  Tal vez sea porque como lector voraz y rápido que he sido, me ha faltado meticulosidad con  las definiciones exactas de determinadas palabras. Más que buscar en el RAE, las adecuaba al entorno,…  Pero bueno, esto es otra historia, que hoy toca vanidad,..
Todo viene porque Alvaro López.  autor del blog “Autorrealizarte”, me ha incluido en un listado de blogs interesantes sobre desarrollo personal.  Me ha halagado y me ha enorgullecido. Hasta aquí, todo bien. Sin pecado. Pero,.., al pensar sobre el estímulo que eso suponía para mi vanidad, entendiendo como el placer de ser reconocido por algo, he decidido ir al diccionario.
Para mi sorpresa, debido a mi ignorancia supina (lo pongo en negrita porque es lo que mejor me define), vanidad viene de vano, de vacío, de hueco. Y el ser vanidoso entonces es tener la cualidad de vano, es decir, ser arrogante con unas cualidades propias que son vanas, vacías, sin contenido. Es decir, estar orgulloso y proclamar a los cuatro vientos que,…, somos puro nada, pura fachada.
Leyendo un poco más, algunos autores hablan de la vanidad diciendo que es una demostración exagerada de la soberbia y de la arrogancia. Y entre las “virtudes”  o “intenciones” de la vanidad podríamos hablar de su uso para menospreciar  a otros, para sentirnos mejores, para tapar defectos propios, para despertar halagos intempestivos, etc,etc,etc. Vamos, que los vanidosos son todo un ejemplo de presunción, envanecimiento y arrogancia. 

Espero que no se me olvide esta lección y que el reconocimiento propio de mi ignorancia (vacio) me ayude a evitar la vanidad (vacio). 

Soy traidor

Lo reconozco, hace poco “traicioné” a un amigo. Me ha pasado alguna que otra vez. ¿Qué ocurrió? Pues que le decepcioné. Porque no cumplí con aquello que él esperaba de mí.

¿Era mi intención hacerlo? ¿Fue una actuación con maldad? Pues no. Simplemente hice lo que creía conveniente pero actúe de manera distinta a lo que él suponía.

 ¿Y ahora cómo lo arreglo? Él, y yo también, dimos por supuestas una serie de premisas que nunca habíamos hablado.  En toda relación siempre quedan huecos que no se rellenan porque se dan muchas cosas por supuestas. Y claro, eso da lugar a este tipo de situaciones.

Así que toca enfrentarlas. ¿Cómo? Pues como siempre, partiendo del primer paso que es:¿qué puedo hacer yo? No que tiene que hacer él. Eso es cosa suya. Soy yo quien tiene que intentar abordar el asunto. Él luego hará lo que crea conveniente.

Como he comentado antes no hubo maldad. En muchos de los casos de traición puede haber ignorancia, egocentrismo o torpeza.  Hay que analizarlo.

Para empezar, me pondré en su lugar. Intentaré ser empático con él (es decir, intentaré pensar como él piensa, que no es mostrarme simpático o condescendiente con él).  Seguramente esto me dé una primera clave de porqué esperaba algo de mí que no le he dado. 

También asumir la parte de culpa que yo tengo porque en una relación entre dos, no todo es blanco o negro. Pedir disculpas por el daño causado y tratar de compensar en lo posible lo hecho. 

Y por supuesto, tener claro que no necesariamente estas acciones nos van a llevar a la reconciliación.  

Por supuesto, todos estos pasos no son fáciles. Incluso alguna vez son casi imposibles. Pero tengo que  intentarlo. Por lo menos que quede constancia de que no hubo maldad. Eso sí, deberé  tener muy claro que se puede hacer daño por ignorante o egoísta para tratar de evitarlo en futuras ocasiones. (¡Y a ver si en esta me reconcilio!)

Os adjunto un enlace a un buen artículo de Irene Orce sobre este asunto.


Gula

Cada vez que alguien confía en mí como coach para acompañarle en algún objetivo, sé que de nuevo tendré que enfrentarme a situaciones totalmente desconocidas, que el cliente me va a llevar por caminos diferentes a los que yo suelo transitar.  

En esta ocasión estoy inmerso en el objetivo (del cliente) de vencer la gula. Sí, el comer de forma compulsiva, sin control, en otras palabras, tratamos de evitar que la gula le engulla.

Llegamos hasta ahí tras alguna sesión indagatoria en la que los planteamientos no rondaban ni de cerca esta situación. Interesante. A medida quitábamos capas de cebolla, cosa que iba realmente bien, las acciones del  coachee eran rápidas y efectivas. Cumplía y realizaba las tareas que se iba imponiendo. Pero, de repente, el proceso se paró. 

Fue a raíz de ponerse como tarea regular su  comida y su ejercicio. Buscamos sus soluciones, sus ayudas y nos comprometimos a determinadas acciones. Fracaso, fracaso, fracaso. Me faltó un pelo para tirar la toalla, lo reconozco. Fue el cliente quien pidió seguir. Le hice caso y parece ser que ya, por fin, está caminando por la senda adecuada. ¡Bravo!

Pero lo que hoy quería comentar (perdón por la perorata anterior) es lo que sufren las personas con gula. Ha habido momentos en los que yo lo he pasado mal viendo sus padecimientos. No es fácil para ellos controlar unos niveles de ansiedad disparatados y utilizan la gula como defensa ante los problemas. La comida les alivia momentáneamente, les reconforta. Pero les va dejando una herida interna que luego les pasa factura. Su sentimiento de culpa, cuando te lo describen, es terrorífico.

Así que como aquí hablamos de cosas que nos pueden ayudar a mejorar nuestro futuro, os dejo con un enlace que nos indica caminos que debemos recorrer si queremos que la gula “no nos engulla a nosotros”. Ah, que no se me olvide un detalle: parece ser que la gula afecta más a las mujeres que a los hombres.  



#gula  #pecado capital  #coaching

Celebración

Imagínate que ayer estuviste lejos, que en ese lugar te has dejado la ropa sucia. No tienes ganas de volver allí. Así que coges la lavadora, te asomas a la ventana y tiras por ella el aparato. Total, sólo tiene que recorrer quinientos millones de kilómetros, llegar a un astoroide y posarse sobre él.  Esto, bromas aparte, es para mí una de las noticias destacadas de la semana. Hemos enviado un satélite (del tamaño de una lavadora) a esa distancia y tras 20 años  de viaje y recorrer los 500 millones de kilómetros, ha aterrizado en un astoroide llamado Cari, de 4 mil millones de años de antigüedad y nos ha enviado fotos. ¡Increíble!

Lógicamente se ha celebrado bien. La operación ha sido un éxito. Pero nos hace quedar a las personas de a pie como algo minúsculo. Las enormes distancias, la edad de la roca, la enormidad del espacio. Vamos, que particularmente no somos nada, que lo nuestro, nuestra presencia aquí es cero, pura casualidad.

Y al mismo tiempo este fin de semana he estado en una fiesta  en la que se celebraba el 40-1 cumpleaños de una persona cercana.  Allí  hubo alegría, emoción, sentimientos a flor de piel, risas, regalos, y todo lo que se puede dar en una buena celebración.

Salí de esa fiesta y me acordé del asterisco. ¡Qué feliz he sido con algo tan pequeño como la celebración y qué bien me sentí llegando hasta Cari.


Así que he decidido celebrarlo todo. Con más o menos intensidad pero todo. Desde mi pequeñez quiero hacer partícipe a los demás de mis alegrías y sobre todo, quiero ser partícipe de las de los demás. Con mayor o menor intensidad pero todo tendrá su reconocimiento.  Sí, ya sé, que es una locura pero pensar en lo pequeños que somos frente a la enormidad de lo que nos rodea me hace sentir que debo dar las gracias permanentes al universo por compartir y disfrutar de estos instantes tan mínimos.   

Número once

He contado hasta once antes de escribir esto. Una por cada vez que he parado el video que os adjunto más abajo. En cada una de ellas, me levantaba de la silla, daba unas vueltas por el despacho o me iba a pasear. Por puro cabreo.

Este blog  trata de buscar caminos y plantear temas que nos puedan servir. Siempre desde un punto de vista positivo. En esta ocasión, he tropezado con algo increíble que me ha provocado al mismo tiempo enfado, ira, desconcierto y estupor.

El conferenciante y observador imparcial de acontecimientos se presenta con título académico oficial mas una afición declarada por las matemáticas – aunque no sepa distinguir undécimo de onceavo -  y pretende acercarnos al mundo de la numerología. Más concretamente al número once y según dice, a su importancia.

Me atrevo a llamarle además “observador cuántico”. Porque según la física cuántica  que él trata de explicar sin conseguirlo, los fenómenos dependen del observador.   Pues este hombre me ha demostrado que es un fenómeno como  observador.  Efectivamente trata de ajustar los acontecimientos a lo que él ve. Defiende con pasión su teoría, ancestral, intentando soportarla con conceptos matemáticos numéricos que luego retuerce a su discreción.  

A lo largo de nuestra vida nos vamos a encontrar con muchos manipuladores de este tipo. En religiones, en empresas, en la sociedad: gana dinero fácil, consigue aquello sin esfuerzo, sígueme que te mostraré el único camino, participa en esta estructura piramidal, sana milagrosamente

En todo esto hay sujetos que son capaces de cualquier cosa para vivir, o sobrevivir, a costa de explotar ilusiones, creencias, o lo que es peor, necesidades ajenas.

El video que os adjunto es largo. Más de dos horas. No he podido llegar más allá de la primera. Pero a pesar de ello os invito a que lo veáis.  Conocer a estos manipuladores, saber que existen, y evitarlos, seguramente nos va a evitar más de un disgusto en el presente y en el futuro.


Pensaba hoy escribir sobre el aquí y el ahora pero lo dejo para otro día que hoy es dia 11, y termino de escribir esto a las 11:11  

Aquí os dejo con La increíble historia Del número 11- Adrián García

¡Te denuncio!

“Tú te lo has buscado. ¡A juicio! Tengo razón, nos vemos en los juzgados. Te voy a poner una demanda que te va a arruinar la vida…”  Estas palabras duras suelen traer unas consecuencias  inesperadas. Amén del tiempo, cuestan un dineral. De hecho, hay una frase que se suele decir a los enemigos “Juicios tengas, aunque los ganes”. Porque no olvidemos que la justicia es legal pero no es necesariamente justa. 

Os preguntaréis que qué  tiene esto que ver con este blog. Un poquito de paciencia y os lo cuento.

Tuve la suerte (como siempre) de asistir a una conferencia de ASNIE (Asociación Nacional de Inteligencia Emocional) en Valencia, impartida por Anna Vall, abogada y mediadora, con  el título: “Inteligencia emocional y gestión positiva del conflicto: mediación”.  

Disfruté con el derroche de emoción, energía y practicidad de la conferenciante. Destacaría dos cosas que nos pueden interesar. Por una parte, nos explicó que el conflicto es inherente al género humano, y que lo que lo mueve, principalmente es la emoción y que si somos capaces de gestionar bien las emociones de las personas en conflicto, éste es resoluble. Esta conclusión parece fácil, pero no lo es en absoluto. Cuando nos enrocamos en nuestras decisiones, es muy difícil que veamos alternativas distintas a las nuestras. La invitación de Anna fue para que abramos la mente y admitamos la posibilidad del otro. O por lo menos que le escuchemos. A poco que pongamos un poco de intención, se puede producir un cambio en la situación que beneficia a todas las partes.  Vale la pena tener esto en cuenta. Os adjunto un link en el que se desarrolla con más profundidad lo tratado en la conferencia.  http://www.asnie.org/inteligencia-emocional-y-gestion-positiva-del-conflicto-mediacion/

¿Y la otra parte a destacar? Pues que la mediación tiene método y está reglada. Es decir, que se puede aprender cómo realizarla y además se puede ejercer como mediador pues, por lo menos en España, ya se ha legislado, desde el año 2014, para poder ser mediador “oficial”.

Por tanto, tenemos que la “segunda profesión más antigua del mundo” ya se puede ejercer legalmente en España. La gestión del conflicto. En otros países ya se trabaja este campo desde hace muchos años. Aquí no existe tradición de esto. Por lo menos no mucha.  Preferimos  antes un juicio que un buen acuerdo. Ójala esto cambie. Así que aún queda bastante camino para que esto madure. Pero,…, más vale prepararse ahora que esperar a que esté en su punto más álgido. Os invito a que pinchéis aquí para recordar la entrada: Trabajo para todos. Añadamos la mediación  a la lista de posibilidades. 

Como esto está muy relacionado con el coaching, métodos, inteligencia emocional, etc, creo que voy a dedicarle un tiempo a estudiar esto. Creo que lo disfrutaré,…, si encuentro un buen curso por aquí por mi tierra.  

Ah, os adjunto más abajo un video ilustrativo sobre cómo funciona la mediación.  Casi se matan entre dos hermanos y poco a poco van encontrando un punto de acuerdo.  Es lo que se consigue cuando alguien es capaz de gestionar un espacio para hablar.

Gracias ASNIE, gracias Anna, un nuevo éxito de esta maravillosa asociación. 


Lujuria

Me da para pensar mucho el conocer que en multitud de ocasiones tomamos decisiones o realizamos acciones que justificamos a posteriori sin darnos cuenta de que eso es lo que hemos hecho. Es más, si nos lo preguntaran, seguramente diríamos que el proceso ha sido al revés: primero pensamos y luego actuamos

Una de las situaciones en la que más ocurre esto es en aquellas que afectan a la lujuria. Esta emoción, es decir, la reacción psico-física inmediata a ese estímulo externo, nos afecta al cuerpo y a la mente de manera inmediata. El proceso químico que provoca nos afecta y nos altera. ¿Cómo actúa sobre nosotros, cómo nos influye, qué tipo de respuesta damos cuando estamos influenciados por la lujuria? ¿Cómo la hacemos consciente? ¿Cómo justificamos luego nuestra actuación?

El poder de la lujuria es enorme. Cambia carácter, altera respuestas, provoca. ¿Qué sentido tiene para nosotros? ¿La lujuria es buena o mala? ¿Nos puede servir para controlar determinadas situaciones o inducir a ellas? Por supuesto la lujuria es decisiva en las relaciones con los demás. No olvidemos que la lujuria es el “leit motiv” de muchísima gente.

Conocer todo el proceso que nos provoca un “ataque” de lujuria nos puede ayudar a ser conscientes de nuestros actos y a saber ajustarlos a nuestros valores. Saber cómo provocar la lujuria también tiene su puntito.

Para empezar a conocerla os invito a que veáis este interesante video sobre la lujuria. Seguro que nos da para más de una conversación.

Pd.- Os adjunto la definición de lujuria en el RAE, ¿qué os parece?

1. f. Vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales.

Tres deseos alcanzables

Jose Antonio Marina
Me encanta bucear por internet. Es una fuente inagotable de conocimiento. Por supuesto, esa búsqueda tiene que ser inteligentemente selectiva. Esta es otra de las gracias que le encuentro a esto. Descartar, rechazar, preguntar, comparar, para finalmente alcanzar ciertos conocimientos que de no existir esta potentísima arma supondría un esfuerzo descomunal. Lo que voy recogiendo en la red me hubiera sido casi imposible de recolectar con otros medios. 
Así que en este viaje digital, lo último con que me he topado es con la definición que da Jose Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo español sobre la felicidad. Sí ya sé que esto está últimamente muy manido por los blogs, las redes, internet, etc, pero es que me encanta la relación que aporta entre felicidad y creatividad. Como sabéis que a mí me gusta mucho todo esto de la creatividad, pues os invito a que participéis de ello. Por supuesto, esta definición sirve para la vida pero a mí me llamó aún mas la atención para aplicarla a la empresa. Por supuesto, tenéis la libertad de aplicarla cada uno a donde crea conveniente. Pero ójala los jefes, líderes, gerentes, directores de recursos humanos fueran capaces de tenerla como un mantra diario en sus mentes. Tal vez otro  gallo nos cantaría... Bueno, vamos allá: 

La felicidad es la armoniosa satisfacción de nuestros tres grandes deseos: el placer, la vinculación afectiva y la necesidad de ampliar nuestras posibilidades. 

En efecto, el placer supone pasárselo bien. ¿Quién no quiere esto? ¿Qué pasaría si disfrutaras en el trabajo? En el segundo punto, la vinculación afectiva, me basta con lo que él dice. Si en lugar de promover las disputas y el enfrentamiento ( a algunos les va bien con esto), se trabajara en la mejora de la relaciones interpersonales ( a algunos nos va mejor), ¿Cómo trabajarías? Finalmente, si fuéramos capaces de ampliar nuestras posibilidades ( es decir, nos dejaran desarrollar nuestra creatividad, nuestras aportaciones, entonces el trabajo sería la,..., bomba. Por supuesto, nuestro grado de felicidad aumentaría considerablemente y, seguro, nuestro rendimiento. 
¿Qué le supondría a la empresa animar a conseguir esa "armoniosa satisfacción? Algunas ya lo intentan. 



Medir la inteligencia emocional

Edgar Bresó
La verdad es que gana con el tiempo
Empezaremos por lo sencillito. Si eres feliz, optimista y sensible,…, no te consideres inteligente emocionalmente. No es eso, no. Hay muchos gurús, formadores, y animadores sociales que se confunden. Lo hacen tanto y con tanta convicción que incluso en algún momento nos hacen dudar. No sé si alguna vez te ha pasado a ti. A mí sí. Piénsalo,…

Así que frente a esto sólo existe la formación continua. Nada mejor que asistir a la conferencia que nos ofreció ASNIE (Asociación Nacional de Inteligencia Emocional) que nos regaló la presencia de Edgar Bresó.

¡Vaya fenómeno! Que un investigador, doctor en psicología, y de Castellón –es broma – sea además de profundo y estructurado, ameno, didáctico y divertido, no es habitual. Como he dicho algunas veces en este blog, lo contrario de divertido es aburrido, no serio (Chesterton). Dos horas de conferencia y dos horas de disfrute. Dos de aprendizaje que te obligan a 40 de reflexión. Ciento veinte minutos contándonos el cómo y el porqué de sus investigaciones y aplicaciones, y ciento veinte minutos con la boca y la mente abiertas, tratando de absorber todo lo que este científico regala. Porque lo suyo es un regalo. Bañado en ilusión. Más no se puede pedir.

El título de la conferencia podría asustar: Tecnologías y emociones: nuevos métodos de evaluación en Inteligencia Emocional pero fui valiente y no me arrepentí.

No voy a reproducir aquí toda la charla. Os prometo que tengo más de cuatro folios de notas (por cierto que letra más horrible tengo). Así que os dejaré unas pinceladas.

Con respecto al inicio de este post, Edgar Bresó, este profesor universitario, nos recordó que felicidad + optimismo + sensibilidad, puede ser el resultado de ser inteligente emocionalmente. Pero que la inteligencia emocional es, la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las emociones proviniendo un crecimiento emocional e intelectual” (Mayer y Salovey 1997) 

Pongo en negrita la palabra habilidad porque aquí está la madre del cordero de esta definición, la palabra que lleva a Edgar Bresó a investigar y a poner en utilidad sus conocimientos.  Porque si la inteligencia emocional es una habilidad, entonces es que se puede aprender y se puede mejorar. Se puede crecer en la percepción de emociones, en la comprensión y en la gestión de las mismas. Todo esto es medible.
 (para cuando acabéis este artículo, si queréis más os invito a que os enchuféis esto: http://www.solidarios.org.es/documentos/contenidos/documentos/LA%20INTELIGENCIA%20EMOCIONAL.pdf).

Y aquí está la aportación que hace Edgar. Es capaz de medir, dar resultados y mejorar la inteligencia emocional, aportando muchas mejoras a los métodos que hasta ahora se habían aplicado. ¡Mediante una app para móvil y gratuíta, amén de otras propuestas! Esto os dejo que os lo cuente él. http://www.youtube.com/watch?v=oHMMaftwmDM 
Vale la pena probarlo. 

En fín, que gracias a ASNIE, disfrutamos una excelente conferencia tras la cual nadie se atreverá a contestar a la pregunta “¿Qué te pareció la charla?”, con un simple “Bien”.

¡Bravo ASNIE!

Pd.- Y si aún no tienes bastante, te reenvio a otro post mío sobre Inteligencia emocional

 Finalmente, si eres insaciable, dale un repaso a todo esto: 

Vergüenza ajena

1.     vergüenza ajena Vergüenza que siente una persona como si fuera suya, por algo que hace o dice otra.
Es un sentimiento sorprendente. No haces nada, ves lo que hacen otros y te entran unas ganas imperiosas de meterte bajo el suelo. Un sinsentido, vaya.
El otro día estaba viendo una actuación callejera por invitación de un amigo. Era una coral de canto. Se veía a la legua que no eran profesionales. Mi amigo les conocía a todos.  Por supuesto comenté con él alguna cosa graciosa que ocurrió mientras cantaban. Sin malicia. Mi amigo me dijo en voz baja: “Los veo y no sé por qué siento vergüenza”.  
Se me quedó la frase en la cabeza. Porque yo he sido, y aún me ocurre, la persona que más vergüenzas ajenas ha sentido y seguramente, ahora que le doy vueltas, la que más debe haber provocado.
Sin embargo las que provoco yo, no me dan vergüenza. Sé que detrás de cada intento mío hay un esfuerzo, un intento de hacerlo bien. Esto me sirve de justificación para seguir adelante y no dejar que los comentarios maliciosos o que la incomprensión me hunda y me deje paralizado.
Pero claro, si esto sirve para mí, ¿por qué no se lo puedo aplicar a los demás? Detrás de aquel coro hay muchas horas de ensayo, muchas ganas de disfrutar, mucho esfuerzo. Así se lo dije a mi amigo. Mientras se lo comentaba, me decía a mí mismo: ¡Aplícate al cuento!
Estoy esperando que me venga otra vez ese sentimiento de vergüenza ajena para analizar, estudiar y dar el golpe definitivo que destierre de mi vida ese sentimiento incontrolado, irracional y vacío que se llama vergüenza ajena.

Como sé que aún quieres darle una vuelta más a esto, te adjunto un enlace que trata sobre el origen de la vergüenza ajena. http://habilidademocional.com/2012/06/30/la-ley-del-espejo/

El calentón

La mujer subió al autobús urbano. Tras alcanzar éste la primera parada y volver a ponerse en marcha,  ella empezó a gritar que esa no era la ruta. No atendió a razones. Ni del conductor ni de nadie. No paró de vociferar contra el vehículo, contra el sorprendido  chófer ni contra los otros viajeros. La mujer maldijo a todos los allí presentes culpándoles de la situación y les deseó los peores males.
Cuando se abrieron de nuevo las puertas del vehículo, tras llegar a la siguiente estación, ella bajó del autobús. Mientras nos alejábamos la vimos seguir vociferando. 
Entre los pasajeros cruzamos miradas de sorpresa e incredulidad por lo sucedido. Vi al chófer tensar una higa. 

Esta situación esperpéntica ocurre más a menudo de lo que parece. No con el autobús, creo, pero sí con la vida. Tras equivocarnos en una elección no reconocemos nuestro error y además, achacamos todos los males a los demás.  ¡Y nos quedamos más anchos que largos! Necesitamos un culpable contra quien dirigir nuestros ataques, no atendemos a razones y no nos importa nada agredir o molestar a quien haga falta.
Además, “si yo estoy cabreado pues que los demás lo estén también,… ¿no hablan maravillas de la empatía? Pues que aprendan. “
Reconozco que no es fácil parar, analizar la situación desde fuera, pensar, recapacitar y corregir.  Pero está claro que la obcecación a lo mínimo que nos puede llevar es … a que nos hagan una higa. 
Higa



¿Cómo “paras” un momento de calentón?  ¿Cuándo conseguiste la última vez analizar una situación como si no te afectara? ¿Qué alternativas estudiaste? ¿Cómo te sentiste tras darte cuenta de que el error era tuyo? ¿Cómo le hubieras pedido a otro que reaccionara en tu lugar? 

Motivar las emociones


Este blog es auto regenerativo, vamos, que se nutre de las preguntas y respuestas lanzadas por quienes paseáis por aquí.
En el último post se ha producido esta respuesta automática tras una confabulación peligrosísima entre Griselda y Mónica. Ambas afirman que las emociones tienen una motivación. Y yo, arrogante, ignorante e inconsciente recojo el guante y me enfrento a su duda.  Total para salir trasquilado.
Porque, si tenemos en cuenta que la emoción se define como la una reacción psicofísica frente a una situación concreta, la pregunta que están haciendo es ¿De dónde salen las emociones?
Y se me ocurre buscar. Pero me asusto. Me he asomado un poco al agujero y descubro que es infinito. Ahora veréis porqué.
 Por ejemplo, pueden salir de alguno de los tres centros neuronales que tiene la persona. Sí, existen conjuntos de neuronas en el cerebro, en el estómago y en el corazón.  Hasta aquí bien, puedo asumirlo. Sigo.  
Estos centros neuronales se combinan entre ellos dando lugar a lo que podríamos llamar inteligencia. Pero no te creas que tenemos una sola, no.  Tenemos varias. Bueno, múltiples, así las define Gardner (autor de la teoría de las inteligencias múltiples). De tal modo que   para complicar este asunto, “sólo” incluye 8 inteligencias:
Inteligencia naturalista
Pero claro, si le damos una vuelta más, vemos que hasta ahora estamos actuando de puertas hacia a dentro. Nosotros, con nosotros mismos. ¿Qué ocurrirá si tenemos en cuenta la influencia de factores externos? Pues resumiendo, podríamos decir que existen seis canales  (ya no sé si dicen esto para no asustarnos o es que de verdad es así) que nos aportan alguna variable más. Estos son:
 
Biologico
Motriz
Sexual
Emocional
Intelectual
Espiritual.
 
Es decir la combinación de los centros neurálgicos con las inteligencias múltiples y los canales, ya nos daría un número casi infinito. Pero,…, esto no se acaba aquí, porque debemos añadir el camino de comunicación e influencia entre los centros neurálgicos, las inteligencias múltiples y los canales, es bidireccional.  Es decir de fuera adentro y de dentro a fuera de nosotros. Vamos, “pa” volvernos locos. En resumen:
 
Así que ¿cómo le voy a explicar a Griselda y a Mónica que es lo que motiva nuestras emociones? ¿Cómo les voy a dar una respuesta concreta, medible y cierta si lo que se me ocurre decir es TODO?

Tal vez sólo tú puedas contestarte  ¿que motiva tus emociones?

Pd.- Igual el próximo día no hablo de sexo y comento algo sobre cómo se puede no estar loco si tenemos en cuenta todas estas variables. O tal vez escriba,…