Lo reconozco, hace poco “traicioné”
a un amigo. Me ha pasado alguna que otra vez. ¿Qué ocurrió? Pues que le
decepcioné. Porque no cumplí con aquello que él esperaba de mí.
¿Era mi intención hacerlo?
¿Fue una actuación con maldad? Pues no. Simplemente hice lo que creía
conveniente pero actúe de manera distinta a lo que él suponía.
¿Y ahora cómo lo arreglo? Él, y yo también,
dimos por supuestas una serie de premisas que nunca habíamos hablado. En toda relación siempre quedan huecos que no
se rellenan porque se dan muchas cosas por supuestas. Y claro, eso da lugar a
este tipo de situaciones.
Así que toca
enfrentarlas. ¿Cómo? Pues como siempre, partiendo del primer paso que es:¿qué
puedo hacer yo? No que tiene que hacer él. Eso es cosa suya. Soy yo quien tiene
que intentar abordar el asunto. Él luego hará lo que crea conveniente.
Como he comentado antes
no hubo maldad. En muchos de los casos de traición puede haber ignorancia,
egocentrismo o torpeza. Hay que
analizarlo.
Para empezar, me pondré
en su lugar. Intentaré ser empático con él (es decir, intentaré pensar como él
piensa, que no es mostrarme simpático o condescendiente con él). Seguramente esto me dé una primera clave de
porqué esperaba algo de mí que no le he dado.
También asumir la parte de culpa que
yo tengo porque en una relación entre dos, no todo es blanco o negro. Pedir
disculpas por el daño causado y tratar de compensar en lo posible lo hecho.
Y
por supuesto, tener claro que no necesariamente estas acciones nos van a llevar
a la reconciliación.
Por supuesto, todos estos
pasos no son fáciles. Incluso alguna vez son casi imposibles. Pero tengo que intentarlo. Por lo menos que quede constancia
de que no hubo maldad. Eso sí, deberé tener muy claro que se puede hacer daño por
ignorante o egoísta para tratar de evitarlo en futuras ocasiones. (¡Y a ver si en esta me reconcilio!)
Os adjunto un enlace a un
buen artículo de Irene Orce sobre este asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario