“¡Ya tengo trabajo!”
Reconozco que cuando esta semana escuché la frase través del
móvil, el corazón me dio un vuelco. Porque no hay mayor alegría que pueda
recibir un coach. En este caso yo. Tras estas palabras hay muchas horas de trabajo,
de esfuerzo, de lucha, de desesperación, de frustraciones, y de ilusiones, …, de
quien me lo dijo.
Sí, el objetivo está
cumplido. Esta persona descansa …y yo también. Ahora puedo pensar más fríamente en cómo se ha
desarrollado el proceso. Desde luego, en la base están las palabras. En cada
caso que me encuentro veo que las palabras que utiliza quien me busca, le hacen
un daño casi insoportable. Son su peor enemigo. En cada pensamiento que desarrolla
hay un auto ataque continuo. Eso sin hablar de los repetidos viajes hacia atrás,
hacia lo que ya no se puede variar…
Pero hoy quiero centrarme
en la parte que más me sorprende (y por tanto me divierte) siempre de un proceso de coaching. Cada vez
redescubro que ninguno de todos los caminos que yo le propondría transitar a esa persona en búsqueda de su fin,
le valen. Ninguno.
Me cuesta mucho pero he
aprendido a disfrutar de esto. Y por tanto a esperar. Sé, estoy convencido, lo
tengo comprobado, que mis soluciones (mis consejos a su situación) no le sirven.
Ninguna de las situaciones de éxito que he tenido en el coaching han pasado por poner en práctica mis
propuestas. Nunca. Por tanto, no sirven de nada.
Compruebo, caso tras caso, que debo vivir estos procesos de la mano de la
expectación total, en espera de que el cliente me enseñe el camino –
desconocido para mí - que él va a recorrer.
Así que he aprendido el
don de la paciencia, de la espera, de la confianza en quien me pide acompañamiento.
Me lo dijeron cuando me formé en coaching pero,…, yo tampoco me lo acababa de
creer.
Por eso, cuando ves que
alguien llega a su objetivo, por un camino que tú como coach desconoces, y ni
imaginas, es entonces cuando crees en el milagro de las personas, en su valor
único e intransferible. Una persona, una sola solución. Así que en este caso si
sumamos a la sorpresa continua con la que se vive el proceso de coaching, la
alegría de ver que el objetivo propuesto se alcanza, comprenderás que me pegue
un subidón del que me es difícil bajar en varios días.
Bien solo, bien
acompañado, vale la pena hacer este recorrido que te lleva a hablar de tú a tú con
todo el potencial interior. ¡Es realmente sorprendente!
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