Ya sabéis de mi pasión por el coaching. Así que hoy, toca.
Hay gente que se ha
preparado para acompañar a otros a conseguir sus objetivos. Ni dirigir,
ni asesorar, ni ayudar, ni aconsejar, ni curar. Simplemente para acompañar. Este
es el proceso del coaching, esa es la función de un coach: acompañamiento.
Con cierto tiempo y
explicaciones, el cliente puede llegar a comprender esto. Introduzco la palabra
cliente porque este acompañamiento, el coaching, es una relación comercial entre dos personas.
El cliente le paga al coach por su acompañamiento. Aquí viene la dificultad.
Nadie quiere pagar. La valoración de este servicio es muy compleja, difícil de
asimilar y asumir por parte del cliente.
Pero la tozuda realidad demuestra
que los beneficios que puede obtener la persona que necesita ese acompañamiento
son enormes. De hecho cuando he preguntado cual es el verdadero valor de conseguir esos
objetivos que han alcanzado, no hay respuesta. No la hay porque reconocer esa cantidad significaría estar en deuda con el coach. Pero la respuesta no
verbal, la física, la que se ve muchas veces a través de una sonrisa cómplice o
de ese abrazo o de un buen apretón de manos, indica a las claras que ha salido
más que barato.
Mi experiencia así lo confirma.
Porque ¿cuánto hubiera
pagado alguien que está a punto de perder su buen puesto de trabajo por los
continuos enfrentamientos con su jefe y que consigue evitarlo y hacer que su jefe vuelva a confiar de nuevo en él?
¿O por volver a poner un
negocio de restauración en números positivos tras estar a punto de cerrar por
las deudas?
¿O tal vez ese otro que iba
a invertir una cantidad importante de dinero, teniendo que pedir prestado, para
un negocio que al final vio que no debía hacer y se retiró a tiempo?
¿O aquella madre trabajadora,
tan agobiada por el cuidado de sus hijos
pequeños y sin tiempo ni para respirar y que encontró huecos para poder
realizar sus propias actividades?
¿O el que estaba en un
proceso de separación dura, difícil, y que lo llevó a buen puerto gracias a adquirir
los hábitos de la paciencia, tolerancia y empatía?
¿O quien consiguió poner su
equipo de ventas en incrementos del 50% en época de crisis?
Estas situaciones y
muchas otras se dan en estos acompañamientos en los que el potencial del
cliente, que no del coach, se pone en marcha.
¿Qué valor económico se
le puede atribuir a este proceso?
Pd.- Os adjunto la explicación de Platón sobre cómo Sócrates entendía este acompañamiento. Me encanta. Ya lo tengo puesto en el lateral del blog pero lo dejo aquí por si algún dia anuncio otra cosa en ese espacio. Así queda constancia.
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