“Cuando esté conmigo le
cambiaré”. Esta frase la he oído infinidad de veces. Sobre todo en las
conversaciones que, distendidamente, mantienen mis jóvenes alumnos deportivos
cuando hablan entre ellos sobre sus
parejas.
Tienen la esperanza, o mejor dicho la confianza, de que van a ser capaces de pulir
esos “defectillos” que encuentran en el
otro. De momento los asumen y soportan porque están convencidos de que más
adelante lo arreglarán.
Esta creencia les
hace más llevaderas las situaciones incómodas provocadas por esas alteraciones
de su media naranja, aún idílica. Así que, con esta tranquilidad, esperan a que
llegue el momento de hacer las reivindicaciones oportunas: “Deja de
relacionarte con ese amigo,.., no duermas tanto, no juegues tantas horas a internet, deja de ir a comer los fines
de semana con tus padres, etc,etc,etc.
Pero,…¿qué sucede cuando
llegado el momento esto no ocurre? ¿Cómo es posible que ese ser amado no ceda
ni un ápice en sus hábitos? ¿Cómo afecta a la relación el empecinamiento de la
pareja en no cambiar, o la intención permanente de que el otro cambie?
Creo que a partir de
aquí, además de los interrogantes anteriores, nos van a surgir un montón de
preguntas más que tal vez nos inviten a realizar bastantes post sobre este asunto.
De momento lanzo una pregunta,… ¿Es el amor bastante motivación para un cambio? O dos: " Ese cambio posible, ¿Has pensado también que tal vez un cambio provocará cambios que quizás no te gustarán?
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