Permitidme exagerar una
situación. Un jugador de fútbol va a lanzar un penalti. Se queda mirando el
balón y piensa por dónde lanzarlo. Por el centro, por uno de los laterales, a
media altura, fuerte, despacio,…. Y ahí se queda varios minutos. Pensando. Sin
atreverse a golpear el balón. ¡Vaya momentazo!
Lo mismo nos ocurre en
infinidad de situaciones. Debemos chutar, pero no lo hacemos. El miedo a que el
portero adivine nuestras intenciones nos bloquea. Nos deja paralizados. Pensamos
que quien tenemos enfrente (en nuestro caso el portero) o las circunstancias que
nos rodean, nos van a superar, a hundir, a humillar. Y no hacemos nada.
Eso sí, saldremos en
todos los periódicos. Pero para mal. Como futbolista acabaremos con nuestra
carrera deportiva. Nadie querrá contratarnos. Por indecisos.
Permanentemente hay que
elegir entre varios posibles caminos. La solución está en ponerse en marcha.
Hacia donde sea. Entre varias opciones siempre hay que escoger. O me quedo
donde estoy o pruebo una nueva ruta. Porque pararse (no decidir) es morir para
siempre. Incluso aunque no tengamos claro el final del camino.
Hay muchos ejemplos de
esto. Sé que la peor situación, la que no se va a desenquistar nunca, es
quedarse parado (no elegir). Un trabajo incómodo, una relación desafortunada, un
cambio del entorno o unas normas hostiles. Estas situaciones nos exigen
elección.
No hay peor autorrecriminación
que la de no haber tomado decisiones a tiempo. Si la tomamos, aunque luego
resulte equivocada, siempre podremos argumentar - y con razón - que hicimos lo mejor en
aquellas circunstancias. Pero no hacer nada (no elegir) ,… no me lo perdono, me
mata.
Pd.- Siempre habrá quien se atreva a lanzar ese penalti. Seguro.
Si tu no lo haces alguien lo hará por tii
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