Los bonos basura, sí,
esos que casi llevan al traste a gran parte de la comunidad financiera mundial,
en principio eran bonos buenos. Estaban compuestos por hipotecas seguras (de
las que se cobraban) y todo el mundo quería comprar. Mucha gente estaba
dispuesta a pagar bien por ellos pero su número era limitado. No podían adquirirlos.
Así que algún gurú decidió hacer
más bonos pero con hipotecas de más dudoso cobro. También se vendieron bien. De nuevo no quedaron hipotecas libres. Otro gurú con más mala idea decidió
facilitar los préstamos y así tener más hipotecas para incluirlas en esos
paquetes de bonos que se vendían tan bien.
Hasta que al final le prestaban a
cualquiera, y esa hipoteca se asociaba a un bono. Por eso estos bonos pegaron
el petardazo, porque llegó un momento en que se dieron cuenta de que esas hipotecas ofrecidas a cualquiera no se iban a
cobrar nunca. Esos bonos eran papel
mojado. En resumen, todo a hacer puñetas.
Cuento esto porque en
nuestro paquete de bono personal, el que nos ofrecemos y ofrecemos a los demás,
puede ocurrir lo mismo: el desastre.
Inicialmente tenemos un bono que incluye todos nuestros
mejores valores. Pero con una excusa u otra vamos degenerando su contenido. No
pasa nada si quitamos un poco de valentía y lo cambiamos por seguridad, y otro
poco de energía por comodidad, sacamos del paquete nuestra generosidad y le
introducimos egoísmo, apartamos algo de confianza y añadimos recelo, ponemos
vanidad, quitamos fuerza de voluntad, añadimos engaño, soltamos lastre de paciencia,
menos sacrificio más satisfacción,…, menos un poco - sólo un poco - de alegría
cambiada por frialdad, y deshago la entrega de espiritualidad cambiándola por
materialismo, me aferro a la recompensa rápida y reniego del valor de la
constancia, vacío la compasión –total no me sirve para nada – y añado
exigencias…
La lista de esos pequeños
cambios, que se realizan poco a poco, puede ser muy grande. Cada día más si no
nos damos cuenta. Hasta que de repente nada funciona, explota todo y nos damos
cuenta de que nada somos, nada aportamos, nada tenemos y nada valemos. Nos quedamos solos, con la única compañía de
nuestra porquería.
Volver a poner en valor
nuestro bono, en verdadero valor tras una debacle como esta no es fácil. Es
posible pero entraña un gran trabajo. Vale la pena revisar el estado de nuestro
bono para no tener que construirlo nuevamente desde cero.
Una original forma de establecer una analogía, y situar con claridad la posible evolución de los valores personales, dejando claro que si no se ejerce un control, seguimiento y corrección estos pueden perder su sentido y llegar a ser "basura".
ResponderEliminarPara reflexionar cada cual....Gracias.
Gracias a tí JM por pasear por aquí.
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