¡Ay Señor! ¿Pero cómo se le ocurre decir
que eso no lo puedo hacer? Como comprenderéis, fue intentado de inmediato (eso
sí con resultado medio).
¿Qué ocurrió? Pues que estaba jugando un
partido de padel (sí, yo también hago estas cosas) y en un momento determinado
fallé una pelota al intentar hacer una jugada un poco extraña con la que buscaba sorprender
al contrario. Mi compañero, de mayor nivel que el mío en este deporte, me dijo en
tono cordial: “Esa jugada es muy difícil. No la debes hacer”.
Por su gesto deduje que lo que me decía de verdad y con
contundencia era: “Tú no la puedes hacer”.
Estuve a punto de parar el partido y explicarle:
“¡Hombre, soy coach,… y competitivo, no me lances ese tipo de retos…!” Pero no
lo hice. Más que nada para no parar el juego y enfriar a los contrarios.
Así que callé y esperé. Aún nos quedaba
más de un set por disputar. Se dio la circunstancia y la aproveché. ¡Y me salió
bien! Incluso los contrarios aplaudieron y comentaron el buen fin de la jugada.
Pero mi compañero no dijo nada. Nada. Nada. Ni bien ni mal. Calló. Silencio. Al girarme, le miré de frente y,.., no abrió la boca.
Luego volví a intentar la jugada un par de veces
más. Una salió bien y otra un desastre. Yo quedé satisfecho y meditabundo. Porque
muchas veces soy yo quien, en el terreno deportivo, limita a los demás. Así que
será casi seguro que también lo haga en otros asuntos. Las palabras “eso es muy
difícil”, “no lo intentes”, “hoy no toca” “tú no puedes”, “¿estas seguro?”- esto
último con cierto menosprecio - tendré que borrarlas y buscarles las mejores
alternativas posibles. Nadie es otro Cervantes, ni otro Nadal, ni otro… Pero podemos
ser muy felices en el intento de escribir lo mejor posible, de hacer deporte
bien, de estudiar ciencia con conciencia, etc, y nada ni nadie nos lo debe
impedir. Yo mucho menos.
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