Nunca he puesto encima de
esta mesa de trabajo el tema de la muerte. Me sorprende. ¿Cómo me olvido de la
única seguridad cierta en todo nuestro proceso? Nos morimos. Todos. Sí, tú
también, admítelo.
Si tenemos en cuenta el “más allá” posiblemente cambiemos bastante nuestro “más acá”.
Recientemente he vivido
un fallecimiento de una persona que no
era de mi círculo íntimo pero si cercano. Considero que llevó una vida ejemplar
en bastantes aspectos. Le veía esporádicamente, de Navidad en Navidad, pero sabía
que iba a pasar una tarde agradable. La mezcla de anécdotas, sonrisas y risas
hacía que esas horas pasaran volando. Siempre dejábamos pendiente el vernos con
más frecuencia.
Tras su muerte lamento no
haberlo hecho. Perdí la oportunidad de ser mejor. Este es un lujo que no me
puedo permitir y desde luego, pienso hacer todo lo posible para que en otras
ocasiones no me ocurra lo mismo con otras personas que me alegran la vida. Voy
a ser pesado y egoísta. Me regalaré con esas compañías que sé que me
hacen bien.
Las personas son
efímeras, sus recuerdos no. Quiero llenar mi mochila con el regalo de la presencia
de personas que quiero y admiro. No voy a dejar pasar más oportunidades de este
tipo. Por tanto, que mis amigos tiemblen, que mis conocidos sepan que voy a estar con ellos y que seré insistente en el
contacto. Quieran o no. No me apetece nada echarles luego de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario