Acompáñame dándole al botón "Me gusta" y mejor aún dándole al botón "participar en este sitio". Se está muy bien en buena compañía.

En facebook

Seguidores

Dar explicaciones


Es difícil que las soluciones dadas coincidan con los puntos de vista de cada uno. Quien ve el huevo puede no ver la gallina, y a su vez quien ve la gallina puede desconocer lo que es un gallinero y a su vez no tener ni idea de que ese gallinero forma parte de un corral, que a su vez está en una granja, y así, hasta mucho más arriba.       
Cuando se toman decisiones, es casi seguro que desde más abajo te pedirán explicaciones (si no lo hacen, malo).

Considero que no hay peor decisión que aquella que no se puede explicar. Veo que en muchas empresas se suele tender al oscurantismo. Al “eso es así, o se hace así y punto, no hay que dar explicaciones”

Es claro que quien ha tomado una decisión lo ha hecho en base a situaciones determinadas y concretas. Por tanto, debe explicarlas. Debe tratar de describir la granja, o el corral o la gallina, a partir de la posición del interlocutor. 
Si no le escuchan, habrá perdido unos minutos. Si lo hacen, ganará un aliado inteligente.  

¿Qué proceso mental sigue quien pide respuestas?  Seguro que esa decisión tomada le ha afectado de alguna manera.  Y esa persona se hace preguntas.
 
¿Hay algo peor que cuestionarte cosas y no tener respuesta? ¿Cómo esperas que la gente actúe en una dirección si no sabe a dónde va ni para qué? ¿Cómo reaccionas tú cuando no te dan explicaciones?
Eso sí, estarás dispuesto para preguntar, cuando también te prepares para oír lo que no quieres.  

¿Qué es este blog?


Esta entrada es exactamente la 101 que realizo en este blog. Me hace ilusión destacarlo. Es decir, que la propuesta semanal que me hice cuando empecé, la voy cumpliendo. Dos años a 52 semanas por año, resultarían 104 entradas.  Vamos, que he sido bastante constante con el compromiso adquirido si tenemos en cuenta que alguna vez me tomo algún respiro.  
¿Qué es este blog? Pues es un pequeño recordatorio de cosas “pequeñas” que puede servir para tener semanalmente un pequeño “Pepito Grillo” cerca de ti ( y sobre todo de mí).  No hay cosas espectaculares, lo reconozco. Soy partidario de los pequeños movimientos, de los pasos continuos, sin carreras, sin rupturas ampulosas. Pero con constancia y con ilusión. Sabiendo que así se provoca el cambio. Lentito, pero seguro.  

Y aunque trato de dar una coherencia a todo - sigo buscando un guión lógico – estas entradas están hechas para que se puedan leer sin un orden establecido. Simplemente, entrar aquí y leer esa propuesta que a lo mejor te sirve para pensar un poco, o mejor aún, te ayude o te sirva de estímulo para ponerte en acción.
Este blog me ha servido para escribir un libro. Esto, para mí, sería suficiente. Pero me ha servido para otras cosas. Para fijarme más en lo que me rodea, para intentar comprender ciertas cosas, para darle un sentido a lo que hago. Tal vez, mejor dicho, para hacer cosas con sentido. Lo que no es poco.

Además, el goteo continuo de visitas tras dos años de trabajo – se acercan a las mil mensuales - me hace pensar que el camino que estoy recorriendo no es una locura personal, sino que además le sirve a quien me acompaña. No puedo pedir más.
No sé si con la entrada 200 haré otro post como este. De momento, si no has paseado mucho por aquí, te invito a que te des un chapuzón en este blog. A que leas, sin orden ni concierto, este mar de entradas atemporales. Salvo alguna felicitación Navideña o de fin de año, cualquier entrada se puede leer en cualquier momento.

Por supuesto, si te sirven y luego quieres organizarlas con tu método, con tu personalidad, te invito a que lo hagas. O si ves que necesitas a alguien que te acompañe y te anime a hacerlo o a aplicarlo, ya sabes, aquí estoy.
Gracias por pasear por aquí.
Pd.- Como comprenderéis, esta semana también tendréis la entrada 102.

 

Un buen regalo para estas Navidades


Sí, como os dije en el post anterior, me he comprado la deseada libreta de notas (este blog sirve para algo, o mejor dicho para alguien por lo menos: ¡para mí!).
He empezado a escribir en ella aunque no como tenía previsto.  Pensé dejar allí plasmado los nuevos planes para el 2014. Todas las cosas que quiero hacer. Pero no, he cambiado de idea, o mejor dicho, la he pospuesto.  He decidido escribir una relación de las cosas que he hecho en el 2013. ¿Para qué? Trato de explicarlo.
Llevo dos o tres sentadas en conversaciones con amigos con un tema común: la insatisfacción.  En todos los casos ocurre lo mismo, se deciden a intentar alcanzar un objetivo difícil y en cuanto lo consiguen, tras esfuerzos agotadores, vuelven a intentar otro nuevo sin darse ningún tiempo de reflexión y descanso.
Los hay que tras acabar una segunda carrera, ya quieren hacer una tercera. O quienes tras alcanzar un record personal (deportivo, intelectual, de cualquier tipo), al instante se ponen manos a la obra para el siguiente.
Por supuesto, me incluyo entre los que actúan así. Nos golpeamos la cabeza constantemente sin conmiseración. Sin dejarnos respirar.
Pero, dado que las Navidades están ahí, he decidido hacerme un regalo: parar y pensar.  Sobre todo pensar en qué es lo que busqué cuando decidí empezar ese objetivo.  Y me he sorprendido.  Lo había olvidado. La finalización del objetivo en sí – en mi caso escribir un libro – ha absorbido totalmente la intención que tenía al escribirlo. Me he olvidado totalmente de lo que quería hacer luego con él. Y como el mero hecho de tenerlo delante no me satisfacía, opto por buscar otro nuevo objetivo compulsivamente.  Esto hubiera supuesto dejar totalmente aparcado el libro y por tanto que todo el trabajo se fuera a la basura, que no sirviera para nada.    
Así que estos días, que son de regalos,  me voy a hacer uno que aunque sea barato (gratis total),  me puede satisfacer bastante.  Vuelvo a buscar las motivaciones que me llevaron a escribir el libro. De entrada ya me he dado cuenta (y parece de locos) que mi objetivo no está cumplido. Tan sólo cerré una parte. Me falta el resto. Por eso no estaba satisfecho. Pero ahora sí, porque vuelvo a entrar en mi camino.
¿Qué te vas a regalar tú? ¿Recuerdas tus motivaciones para lo que has hecho en este año? ¿Para qué te pusiste manos a la obra en aquello? ¿Qué satisfacciones  has obtenido de tu esfuerzo?
 
 
 

Ponerse en acción


Estoy frente al folio en blanco. Otra vez el mismo terror que me ocurre casi semanalmente, aunque creo que llegué al límite en la entrada que os enlazo.  
 ¿Y ahora qué cuento? ¿Dejaré de cumplir este autocompromiso semanal que adquirí al inicio de este blog?  De momento sigo a cero.

Hmmm, sigo en blanco. Pero tengo que trabajar. Escribir algo que no sea forzado y que te pueda llegar, que te anime a ponerte en acción.
Cuando esto ocurre intento recordar alguna conversación que me ha llamado la atención durante la semana. ¡Maldita la hora en que por pura desidia no he renovado mi  bloc de notas en el que apunto esas ideas que me vienen a la cabeza a lo largo de siete días! Prometo que estas Navidades me regalo una libreta bonita y práctica.

Hmmm, sí. Ya sé. Empiezo a ver la luz. En una cena, esta semana, hablamos sobre la necesidad del hacer, sobre ponerse en marcha, sobre ponerse en acción. Sí, el mundo de las ideas está muy bien, pero hay que empezar a llevarlas adelante.  
¿Cómo? Pues tal vez, conociendo en profundidad tus capacidades. ¿Cómo resolvió su momento de vacío un genio como Lope de Vega? Que sea él quien nos lo explique:

  Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.


Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.


Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.


Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.


En este caso, Lope de Vega podría no haber escrito nada pero confió en su capacidad para producir versos.  Se sentó, y a pesar del vacío mental fue capaz de escribir este sensacional soneto.  

Yo, por supuesto, que no dispongo de esa capacidad, intentaré hacer lo mismo. Y para evitar de nuevo esta situación, además de renovar mi libreta de notas, me apoyaré en que me apetece mucho seguir manteniendo este blog vivo y además, confiaré en la serendipia

¿Cómo te pones en marcha en tus momentos más flojos? ¿Cómo refuerzas tus capacidades?

El corazón y su campo electromagnético.


Cuando por un cuerpo circula una corriente eléctrica se crea a su alrededor un campo electromagnético.  Por supuesto no lo vemos pero es real. Por poner un ejemplo simple, tampoco vemos una corriente de aire pero la sentimos u observamos sus efectos.  Y a grandes rasgos, cuando dos campos magnéticos se acercan a una determinada distancia, se influyen e interactúan entre sí.
Por nuestro cuerpo también circulan corrientes eléctricas.   Pequeñitas, sí, pero circulan. Por tanto, nuestro cuerpo genera campos magnéticos.  Por supuesto de pequeña intensidad. Esto es real – científicamente demostrado  -  y quiere decir que al acercarse dos cuerpos humanos, interactúan sus campos magnéticos.  
 ¿Cual es la distancia de influencia del campo electromagnético del cuerpo humano? Pues también está demostrado que oscila entre los dos y los cuatro metros. Este campo está generado por el corazón. El cerebro crea un campo menor.
Luego si se acercan a menos de esos dos o cuatro metros dos cuerpos, dos corazones, , ¿qué puede ocurrir? Si además admitimos las últimas teorías científicas en las que se habla del cerebro del corazón o por lo menos de la existencia de un centro neuronal en el corazón - es decir que éste tiene inteligencia - resulta que ambos corazones podrían ser capaces de comunicarse entre sí. O por lo menos de influenciarse.
Esto abre unas expectativas realmente interesantes. ¿Están preparados esos corazones para “entender” el lenguaje del otro? ¿Sabríamos traducir esas señales? ¿Conocemos cómo se influencian? ¿Cómo podríamos aumentar nuestro campo magnético?
El desconocimiento de esta “ley” no debe excluir la posibilidad de tenerla en cuenta.  ¿Cuándo te has sentido en vibración con otra persona? ¿Qué resultado obtuviste de ese contacto? ¿Cómo tradujiste esas sensaciones?
 
Una pregunta un poco más capciosa: ¿Qué ocurrirá si nos acercamos a menos de un metro de otra persona?
Por supuesto, y como ocurre siempre, os amenazo con volver sobre este asunto algún otro día porque nos va a dar mucho juego.     

Toneladas de ternura

Esta vez, la imagen, el momento, el sonido,..., lo debes poner tú.
Me ocurre lo que a otros. Vamos, que no me distingo mucho del resto de los blogueros. No he encontrado una definición exhaustiva de la ternura. He llegado hasta la página 30 de google buscando una definición que me llenara y no la he encontrado. De ahí que haya tardado más de lo habitual en hacer esta entrada. Tras leer bastante sobre esta emoción, me quedo casi igual.
¿Y por qué me da por esto ahora? ¿Estoy ñoño, sensible, melancólico, flojito? Pues no. Voy en búsqueda de la emoción más fuerte en sentido positivo. La más potente.  En su momento tan sólo indiqué su existencia.
Os invito a visitar primero esta entrada y luego esta otra para que os hagáis una idea de por dónde van los tiros. Veréis que el potencial de la ternura es bárbaro.  Es un arma de construcción activa. No pienso ignorarlo.
Pues manos a la obra.
Según el RAE, la ternura se define como : Cariño, amor, amabilidad o afecto.
Por tanto, al cariño, amor, afecto o amabilidad que una persona expresa y demuestra por determinadas cosas o por alguien se lo designa con el término de ternura.
¿Algo más genérico no puede ser? Eso sí, bien leída, esta definición engloba emociones que consideramos vitales para nuestra felicidad y que pedimos  y, alguna vez, tratamos de dar. Pues la ternura está por encima de todas ellas. ¡Imaginaos el potencial de esta emoción positiva global!
Permitidme que os adjunte también como recordatorio la definición que el RAE nos da sobre emoción: “1. f. Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.”
Por tanto, si consideramos la ternura como una emoción (además positiva) la consideraríamos como una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable, que va acompañada de cierta conmoción somática.
Bueno, pues los estudios científicos nos demuestran que esa conmoción somática es intensa, medible, y satisfactoria (véase coherencia cardíaca).  Como no sólo de estudios científicos viven las personas, os invito a que cerréis los ojos y recordéis un momento de ternura. Cuando los abráis, os daréis cuenta de que en vuestra boca se ha reflejado una sonrisa. Y con un poco más de sensibilidad, tal vez hayáis sentido incluso cierto relax y cierta paz.
¿Qué podemos hacer entonces  para hacer esa emoción nuestra? Os invito  a ser coleccionistas y buscadores de ternura. ¿Para qué? Para  usar ese archivo en cualquier momento, bueno, malo o regular.
¿Cuándo sentiste ternura por última vez? ¿Qué pasa cuando recuerdas algún momento tierno? ¿Cómo podríamos aumentar nuestra colección de ternura?
Permitidme finalmente que os deje este párrafo de Jacques Salomé, autor del libro “Cómo atraer la ternura” , que desde luego nos invita a pensar.
“La ternura no es un estado permanente, sino un descubrimiento perpetuo que cada uno de nosotros podemos hacer, no a través de la fragilidad de las apariencias o la rutina de las costumbres, sino en una vivencia consciente y completa del presente. La ternura no nace de lo imposible, sino que engendra vitalmente lo posible”.
Pd.- Veréis que la ternura da para mucho. Así que poco a poco iremos entrando en esta materia. ¡Quedáis advertidos!