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¿Quién me protege?

Sergio Gozzi
Como estamos en familia, os haré una pequeña confesión. Siempre he pensado que alguien me protege. Desde hace muchos años. Es un runrún que llevo en la cabeza y que de vez en cuando me vuelve. Lo pienso, sonrío, lo acepto y lo dejo dormir. Sólo vuelvo a ello cuando me doy cuenta de que sin saber por qué me he apartado de un camino que, aún pensando que era bueno para mí,  hubiera tenido mala salida. Claro que ese protector no es de aquí sino de más allá. Pero esto me lo quedo para mí porque soy de los que dicen “no creo en las brujas pero haberlas, haylas”.    

Hoy me atrevo y me lanzo a traeros a este blog a Sergio Gozzi. Más que nada porque me ha llamado mucho la atención. Algunas personas cercanas me hablaron de él. No me dijeron qué hacía exactamente, tan solo que era como un médium. Me entró la risa como me ocurre cada vez que me hablan de alguien así. A pesar de lo que os he confesado antes, soy descreído. No sé si será por miedo o por comodidad.  

Pero claro, como os he comentado en alguna ocasión, la vida es tozuda y cuando se empeña en llevarte por algún sitio, hay que hacerle caso.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando me pasan un enlace de la entrevista que le hicieron recientemente en un programa de televisión. No os voy a adelantar mucho, porque quiero que la veáis (más abajo os adjunto el enlace). Sergio Gozzi dice que se dedica a…¡dibujar retratos de esos seres ya fallecidos que nos protejen!
Comprenderéis que me quedé alucinado. Una cosa es que un médium te diga que ve a alguien cercano a ti y te cuente alguna cosa, y otra muy distinta es que además te lo dibuje sin conocerlo. ¡Eso ya es para nota!
Algunas personas que le conocen me han hablado muy bien de él como persona. Reconozco que en esa entrevista me ha ganado, porque explica que lo único que le diferencia de otros es que tal vez tenga una sensibilidad especial y que él lo único que ha hecho es trabajarla para sacarle partido (Hmmm, esto me recuerda a la maravillosa parábola de los talentos).

 Tal vez algún día me atreva a ponerme en sus manos de dibujante, a ver qué sale.

En fin os dejo con esta entrevista a Sergio Gozzi. No se si le creeréis pero tal vez os ocurra como a mí,…, me puso a pensar.

Pd.- Os preguntaréis el porqué de una entrada como esta. Es fácil: La trascendencia. Es uno de los apartados por los que debemos transitar para preparar nuestro futuro. 
Hale, os dejo con la entrevista. 


¡Ya lo dije!

Llevo encima una libreta donde anoto cosas. Tengo un apartado que se llama agoreros. Reconozco que me encanta. Según el diccionario 1. adj. Que predice males o desdichas. 
Bueno, pues allí apunto los nombres de las personas que cuadran con esta definición, es decir, aquellos que les encanta predecir constantemente todos los males que van a suceder.  Apunto las fechas en las que realizan sus pronósticos y el plazo en el que consideran que aquello va a ocurrir. Incluso escribo su estado de ánimo y su actitud física. Sus comentarios suelen ser del tipo: "Estás equivocado,..., ya verás a donde nos lleva esto,..., te lo advierto,..." etc, etc, al tiempo que se les hincha la vena del cuello, gritan o se quedan en silencio absoluto con gesto de tensión en el rostro, conocedores -que no sé si preocupados - de las desgracias que me van a caer encima. Tengo personas así en todos mis ámbitos de actividad. Incluso entre algún amigo.
Estas anotaciones las dejo en reposo. Hasta ver qué ocurre. Raramente pasa nada. Por tanto el agorero se olvida de recordar sus pronósticos. Reconozco que entonces soy yo quien les sirve de recordatorio (de vez en cuando me permito esta pequeña maldad). 
Pero alguna vez, el hecho vaticinado sucede. Sí. Me voy a mi libreta y lo apunto. 
El "adivino" entonces se regodea. "Ves, ya te lo dije yo, sabía que iba a suceder,...". Lógicamente le dejo que disfrute de su momento. Más aún si ha acertado. Reconocer errores es de sabios. 
Pero,..., también me gusta llevar estadísticas. Esto no le gusta al agorero. Porque resulta que por cada una que aciertan, fallan en cien. Así que cuando están en el momento más álgido de su discurso, recordándome que ellos ya lo habían dicho, que ya sabían lo que iba a suceder, les suelo enseñar los números. Los que reflejan su nivel de aciertos. Se suelen molestar bastante. ¡No sé porqué! No les gusta que se les recuerde que tienen en la lista un montón de advertencias agoreras que no se han cumplido, que se han olvidado de recordar, que han borrado de su mente como si nunca hubieran lanzado ese pronóstico destructor. No quieren ser conscientes del daño que han causado. 
Así que tras la comprobación empírica de esto, suelo dejar de atenderles en sus consejos. Los borro de mi lista (tanto de la de agoreros como de la de personas interesantes) pues nada bueno obtendré de esa relación. 
Ah, y si sin pedirlo, me lanzan otro consejo-amenaza, les encierro en la lista de personas nocivas, insalubres y peligrosas. Y cierro la libreta rápidamente para que no me contagien.  

Mimismo

Mi vida es como una montaña rusa en la que no controlo la velocidad, ni las sensaciones, ni me puedo bajar
Esta frase me la han repetido en varias ocasiones, incluso alguna vez también la he pensado yo. Se me escapa todo, no disfruto de nada y tengo vértigo. 
Por contra, otros nos volvemos locos porque no sabemos cómo salir de la rutina diaria, de las repeticiones y de la previsión. 
La vida nos presenta todos sus colores y sus tonos pero,...¿cual es el punto de equilibrio, ese justo término en el que estamos satisfechos, en el que nos consideramos felices?
Hoy en día hay muchas propuestas que nos animan a salir de nuestra zona de confort, a lanzarnos por otros caminos desconocidos para conseguir algo más. La tentación es fuerte porque las promesas del maná son muy seductoras. Pero el resultado puede ser catastrófico sino se traza bien el camino y la meta. Y por otro lado nos llueven las ofertas que nos invitan a estar quietos, a no movernos, a no mover nada para que la situación no se altere. 
En fin, que todo esto es para volvernos locos. Al final del día ya no sabemos si queremos ir para adelante, para atrás, o quedarnos quietos. O tal vez, incluso le compliquemos a alguien la vida para que nos busque soluciones para,..., lo que nosotros mismos no queremos afrontar. 
Porque estamos buscando fuera de nosotros todas las justificaciones para lo que nos sucede. Mi jefe, mi novia, mi amigo, mi compañero de trabajo, mi situación laboral, mi,..., son elementos externos a nosotros a los que atribuimos, para la acción o la omisión, todo lo que nos ocurre. Y si lo que nos ocurre es malo, entonces ya tenemos un culpable. 
¿Qué ocurriría si empezáramos a trabajar el "mimismo", es decir, el conocernos a nosotros mismos, el mirar hacia adentro, el hacernos responsables de lo que nos ocurre?
A lo largo de este blog hay infinidad de propuestas sobre las que trabajar este concepto. Quiero aprender y doctorarme en mimismo, ser dueño de mimismo, de mis actos, de mis acciones. Voy a ser el primero que revisaré todo lo que he escrito anteriormente porque hay cosas que sabiéndolas, las he dejado apartadas. Y una cosa es no saberlas y otra, sin justificación, saberlas y no ponerlas en práctica. ¿Me acompañas?


Tres deseos alcanzables

Jose Antonio Marina
Me encanta bucear por internet. Es una fuente inagotable de conocimiento. Por supuesto, esa búsqueda tiene que ser inteligentemente selectiva. Esta es otra de las gracias que le encuentro a esto. Descartar, rechazar, preguntar, comparar, para finalmente alcanzar ciertos conocimientos que de no existir esta potentísima arma supondría un esfuerzo descomunal. Lo que voy recogiendo en la red me hubiera sido casi imposible de recolectar con otros medios. 
Así que en este viaje digital, lo último con que me he topado es con la definición que da Jose Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo español sobre la felicidad. Sí ya sé que esto está últimamente muy manido por los blogs, las redes, internet, etc, pero es que me encanta la relación que aporta entre felicidad y creatividad. Como sabéis que a mí me gusta mucho todo esto de la creatividad, pues os invito a que participéis de ello. Por supuesto, esta definición sirve para la vida pero a mí me llamó aún mas la atención para aplicarla a la empresa. Por supuesto, tenéis la libertad de aplicarla cada uno a donde crea conveniente. Pero ójala los jefes, líderes, gerentes, directores de recursos humanos fueran capaces de tenerla como un mantra diario en sus mentes. Tal vez otro  gallo nos cantaría... Bueno, vamos allá: 

La felicidad es la armoniosa satisfacción de nuestros tres grandes deseos: el placer, la vinculación afectiva y la necesidad de ampliar nuestras posibilidades. 

En efecto, el placer supone pasárselo bien. ¿Quién no quiere esto? ¿Qué pasaría si disfrutaras en el trabajo? En el segundo punto, la vinculación afectiva, me basta con lo que él dice. Si en lugar de promover las disputas y el enfrentamiento ( a algunos les va bien con esto), se trabajara en la mejora de la relaciones interpersonales ( a algunos nos va mejor), ¿Cómo trabajarías? Finalmente, si fuéramos capaces de ampliar nuestras posibilidades ( es decir, nos dejaran desarrollar nuestra creatividad, nuestras aportaciones, entonces el trabajo sería la,..., bomba. Por supuesto, nuestro grado de felicidad aumentaría considerablemente y, seguro, nuestro rendimiento. 
¿Qué le supondría a la empresa animar a conseguir esa "armoniosa satisfacción? Algunas ya lo intentan.