Acompáñame dándole al botón "Me gusta" y mejor aún dándole al botón "participar en este sitio". Se está muy bien en buena compañía.

En facebook

Seguidores

El paraíso paternal



¿Qué puedo hacer para que mi hijo de 25 años…? Los puntos suspensivos pueden ser sustituidos por   varias palabras. Por ejemplo: encuentre trabajo, tenga más empuje, comprenda la situación económica que tenemos, hable conmigo,…y así un sinfín de posibilidades. 

Por cierto que la edad también se podría sustituir: 20, 24, 28,…, 30, 32. 

Entiendo la preocupación que un padre o una madre pueden tener sobre estos asuntos pero inmediatamente me asalta la intención de gritar: ¡No hagas nada! ¡Deja de hacer!

Porque hay situaciones en las que vale la pena parar, desconectar o callar. Donde la solución a la situación viene por no intervenir, por dejar de aportar.  No estoy diciendo que abandonemos  a su suerte a un “adolescente” (20, 24, 28,…, 30, 32) sin recursos económicos, sin darler de comer, de vestir y alojamiento;  pero tal vez sí, definitivamente, que dejemos de proteger, justificar y dirigir. 

Yo me planteo que qué ocurriría si alguien además de darme de comer, vestirme y alojarme, me diera dinero para mis gastos y justificación total para mis enfados, estados de humor y situaciones de vida. Si además me viera como lo mejor del mundo por quien vale la pena hacer cualquier tipo de sacrificio,  entonces igual me dejaría arrastrar al estado de dependencia plena. Sería el paraíso

Es muy difícil que unos padres dejemos que nuestros hijos se estrellen a su libre albedrío, parece tarea imposible. Lo único que me planteo es que será de esos hijos cuando nosotros no estemos a su lado.  ¿Serán capaces de sobrevivir? ¿Qué les hemos dejado entonces? ¿A dónde les hemos dirigido? ¿O es que no nos damos cuenta de que sólo vivirán mientras lo hagamos nosotros? ¿Qué escondemos detrás de esa sobreprotección? Evitamos nuestro sufrimiento con verdadero egoísmo.

No busques muy lejos



Hace un par de post, hablábamos sobre ganar y perder. ¿Qué me lleva a repetir acciones que me perjudican


Hoy quiero volver de nuevo a este asunto porque es algo recurrente. Sí, volver a hacer lo mismo se repite en muchos casos.  


La primera barrera que se encuentra es “Yo soy así y por tanto actúo de esa manera siempre”. De donde se deduce que va a ser imposible cambiar eso. Podemos tirar la toalla. Nos han ganado la partida. El muro es demasiado alto. 


Pero hay esperanza (casi siempre la hay). No es fácil el cambio pero cuando preguntas que dónde ha aprendido a actuar así, algo se mueve dentro de tu interlocutor.  Hay que insistir un poquito pero al final la pregunta entra. Y hace pensar. Te remueve por dentro.  Resulta que en muchas ocasiones lo que estamos haciendo  es repetir patrones aprendidos.  Actuamos  como lo hizo nuestro padre, nuestra madre, nuestra  familia,… Gritamos porque nos gritaron, reímos porque lo vimos hacer, lloramos o no porque hemos aprendido de ellos. 


Claro que lo que a ellos les sirvió, a nosotros nos está haciendo daño (por eso debemos cambiarlo) pero no sabemos cómo evitar el repetirlo.  Eso sí, si nos atrevemos a encontrar el  “patrón original”, y vemos que es una actitud aprendida, entonces activar el cambio  está más cercano. Porque nos hacemos consciente de que si aquello nos vino enseñado, entonces podemos aprender otras formas de actuar.  Difícil…pero posible. 


Pd.- Hay buenos psicólogos que te sabrán llevar perfectamente por este camino. Elígelo bien. (Si no sabes quién, yo te daré un nombre)

Aislado



Este es un mundo cambiante, extraño. Me envía un e-mail mi buena amiga Alicia Uriarte con un enlace de video a una conferencia TED, en español.  Allí hablan de lo controlados que estamos todos.  Al final de este post os lo adjunto. 

Unos días antes mantuve una conversación con un amigo en la que- con tono jocoso – me comentaba las cosas que él hace para que no evitar el seguimiento electrónico al que nos someten. Evita llevar el móvil encima, no usa tarjetas de pago de ningún tipo, no se da de alta en ninguna aplicación de ordenador, intentan entrar en la red con filtros que no permitan detectar tu ubicación, no da su número de identidad  a nadie, cuando va al médico y le preguntan por su profesión no contesta con la verdad, etc, etc, etc. 

Lo que en ese momento me parecieron precauciones excesivas  - casi de paranoia – ahora, tras ver el video y pensarlo dos veces, creo que me parecen pocas. 

Entiendo que a mi me sea difícil aislarme de todo, incluso tal vez no lo quiero pues interactúo permanentemente con internet y todo lo que ello supone, pero entiendo que haya mucha gente a la que esa exposición permanente a intereses desconocidos, le sea cuanto menos, indignante y repelente. 

¡Cuántos casos tenemos de curriculums rechazados por unas fotos fuera de tono! O de uso de información para defraudarnos, o para chantajear, o para incitar a determinadas acciones, o cuantas ubicaciones nuestras podrían dar lugar a malas interpretaciones, o algunos contactos que no son convenientes.

En estos tiempos podemos aislarnos, o no, pero tenemos que saber las consecuencias de optar por la invisibilidad o la exposición pública. La situación intermedia es difícil de mantener.  Está todo preparado y organizado para ser vistos permanentemente, para ser escrupulosamente analizados en cada segundo. Eso supone que cualquier desviación de la norma, de lo políticamente correcto, de lo esperado, puede sernos tirado en cara en el momento más inesperado.  Ignorar  esta realidad de control, este mundo de la información,  puede ser  en estos momentos un acto de pura inconsciencia. Recapacitemos. 

  Pincha en el enlace para ver el video.

Ganar y perder



Hay situaciones insostenibles e  inexplicables pero que se dan. No quiero hacer esto,…, y lo hago. No lo volveré a hacer más,…, y lo repito. 

El caso  que me comentaron  ayer era muy  ejemplarizante. Una mujer a la que su jefe no para de cargarla de trabajo. Más que a ningún compañero de la oficina. Ella está saturada pero no se atreve a decirle que no.  Como es muy dispuesta le resuelve todos los asuntos así que cuanto más difícil sea el tema, más probabilidades tiene de que se lo adjudiquen a ella. 

El estrés le está llevando a tal situación que ha decidido aprender a decir que no. Está en manos de especialistas. Lo necesita o revienta. Pero aún no lo ha conseguido. 

Por supuesto, lo más importante es que ha detectado su problema y que lo está enfrentando. Es el primer paso. 

En la tertulia comentamos algunas posibilidades de este caso. Y entre ellas salió la de la balanza. Me explico. ¿Qué gano y qué pierdo haciendo lo que hago? Esta pregunta -  que en principio parece que hacérsela es de Perogrullo -  no suele aparecer.  Suelen salir otras como: ¿Por qué el jefe me está puteando? ¿Por qué mis compañeros son tan perros? 

Este tipo de pregunta tira el balón fuera de uno mismo y responsabiliza a los demás de la circunstancia. Por tanto, como la responsabilidad es del otro, yo no tengo que hacer nada y puedo seguir teniendo un motivo de queja  Que a fin de cuentas es lo que me gusta (aunque no lo reconozca,…, porque si doy pena, me hacen más caso y no me quedo solo… )

Esta última concatenación de ideas no es la única pero tomémoslo como ejemplo  de por donde pueden ir los tiros.  

Tan sólo quien es capaz de afrontar la respuesta a la pregunta ¿qué gano y que pierdo actuando así?  con valentía, sin prejuicios ni miedos, con profundidad, asume su responsabilidad, actúa y resuelve de manera positiva y consistente. Conseguirá salir del bucle.