Acompáñame dándole al botón "Me gusta" y mejor aún dándole al botón "participar en este sitio". Se está muy bien en buena compañía.

En facebook

Seguidores

Elegir o morir

Permitidme exagerar una situación. Un jugador de fútbol va a lanzar un penalti. Se queda mirando el balón y piensa por dónde lanzarlo. Por el centro, por uno de los laterales, a media altura, fuerte, despacio,…. Y ahí se queda varios minutos. Pensando. Sin atreverse a golpear el balón. ¡Vaya momentazo!

Lo mismo nos ocurre en infinidad de situaciones. Debemos chutar, pero no lo hacemos. El miedo a que el portero adivine nuestras intenciones nos bloquea. Nos deja paralizados. Pensamos que quien tenemos enfrente (en nuestro caso el portero) o las circunstancias que nos rodean, nos van a superar, a hundir, a humillar. Y no hacemos nada.

Eso sí, saldremos en todos los periódicos. Pero para mal. Como futbolista acabaremos con nuestra carrera deportiva. Nadie querrá contratarnos. Por indecisos.

Permanentemente hay que elegir entre varios posibles caminos. La solución está en ponerse en marcha. Hacia donde sea. Entre varias opciones siempre hay que escoger. O me quedo donde estoy o pruebo una nueva ruta. Porque pararse (no decidir) es morir para siempre. Incluso aunque no tengamos claro el final del camino.

Hay muchos ejemplos de esto. Sé que la peor situación, la que no se va a desenquistar nunca, es quedarse parado (no elegir). Un trabajo incómodo, una relación desafortunada, un cambio del entorno o unas normas hostiles. Estas situaciones nos exigen elección.


No hay peor autorrecriminación que la de no haber tomado decisiones a tiempo. Si la tomamos, aunque luego resulte equivocada, siempre podremos argumentar - y con razón - que hicimos lo mejor en aquellas circunstancias. Pero no hacer nada (no elegir) ,… no me lo perdono, me mata.  

Pd.- Siempre habrá quien se atreva a lanzar ese penalti. Seguro. 

Información es poder

En efecto, información es poder. Las situaciones se dominan mejor si sabemos lo que puede ocurrir, conocemos la reacción del de enfrente o tenemos la capacidad de ofrecer lo que el otro necesita. Es bueno pues alcanzar ese poder y por tanto dedicar tiempo a tener información, buscándola y trabajándola. 

Pero más importante que tener ese poder es el cómo lo utilizamos. Desde el egoísmo o desde la generosidad. 

Si es el primer caso vamos a manipular, controlar, utilizar, siempre en beneficio propio.

Las consecuencias son que tendremos a nuestro alrededor personas dependientes, subordinadas, sumisas, e incluso miedosas de nuestro poder. Quienes nos rodean no podrán actuar, no podrán moverse sin nuestro amparo, no participarán, no colaborarán, serán peones a nuestro cargo

Siendo muy sutiles, conseguiremos que no se den cuenta de su dependencia respecto a nosotros. Pero eso no les hará más válidos, más bien al revés. Nunca nos aportarán nada y la relación que mantendremos con ellos (amigos, colaboradores, etc) será de sumisión total. Vamos que no nos harán crecer porque nos habremos rodeado de incapaces.

Actuando con generosidad, siendo transparentes, enseñando las claves de la situación, podremos rodearnos de participantes, de responsables, de personas a las que les podemos exigir, de gente que asume las situaciones y que aporta. Y en su colaboración está nuestro crecimiento, nuestro nuevo conocimiento, la capacidad de análisis desde varios puntos de vista, en resumen, la capacidad de mejora permanente.

He tenido jefes y amigos de todos los colores. De los primeros me quedo con los generosos, de los segundos, sigo cultivando la amistad de los generosos. A los otros, jefes y amigos egoístas, los ignoro o los aparto. 

Yo solo

“Por fin he aprendido a…delegar,… vender,… ser puntual,… organizarme,… internet,… escribir, etc, etc, etc”

Este comentario me lo hacen muchas veces. Es maravilloso cuando alguien habla con pasión de aquello nuevo que ha aprendido. Sus ojos brillan, la sonrisa se establece en su rostro, y el deseo de contar es enorme. 

Normalmente es un proceso largo en el que se suele dar mucho de autoaprendizaje.  Son horas dedicadas a algo que considera importante en un momento determinado. 

Esta necesidad de conocimiento suele aparecer tras algún suceso o circunstancia que nos obliga a emprender esa nueva ruta. Es decir, el aprendizaje viene  tras una experiencia. Por supuesto, aparece la motivación. Entonces empieza un camino de conocimiento, personal, autodidacta.

El cierre de estas conversaciones suele hacerse de la siguiente manera: “¡Ay si hubiera aprendido antes esto! Cuántas cosas hubieran  cambiado!”

Por supuesto, más vale tarde que nunca. Llegar hasta esta situación es importante.

Pero a mí siempre me queda la duda de qué hubiera ocurrido si ese camino se recorre con un experto al lado. Si en el momento en que se detecta esa necesidad, uno se atreve a ponerse en manos de quien tiene experiencia en ese campo.

Creo que hay muchas personas que como yo tienden a aprender solas, sin nadie al lado. Reconozco que esto me ha hecho perder muchas horas. Tal vez demasiadas.

Posiblemente si hubiera ido directamente a las fuentes del conocimiento guiado por un experto, todo hubiera ido mejor. O por lo menos más rápido. Tal vez menos intenso –por la cantidad de equivocaciones que cometo cuando aprendo solo – pero seguro que hubiera llegado casi al mismo punto,...más rápido, con tiempo para más cosas.

Un buen experto nos encamina, corrige, enseña y marca terrenos que nos hacen todo más accesible, más fácil.

Por eso nunca debemos dudar en buscarlo, aunque nos cueste dinero. Seguro que si elegimos bien será la mejor inversión que podamos hacer en nosotros mismos. Que no nos duela pagar, es rentable, seguro.


Pd.- Siempre me he preguntado que si para los conocimientos técnicos o físicos nos ponemos un profesor ¿Porqué esto no lo hacemos para otros conocimientos tan importantes o más que aquellos?

¡¡Milagro!!

Parece magia, pero no lo es. Es un paso necesario.

Imaginemos por un momento que estamos incómodos, a disgusto, mal. Ahí nos mantenemos hasta que un dia, por el motivo que sea, reconocemos la situación misma y el daño que nos ocasiona.  

Valga como ejemplo el estar a disgusto en un trabajo. Mientras que el cuerpo aguante, aguantamos. Sabemos que hay algo que nos está perjudicando pero no queremos averiguarlo. Podemos aguantar. Ahí nos mantenemos hasta que un día todo revienta. Nos damos cuenta de que hemos entrado en una espiral descendente y que eso afecta a todo nuestro entorno. Se hace insufrible. Salud, relaciones, valores,…, todo está fuera de lugar

Es entonces cuando nos ocupamos en analizar qué ocurre y como se puede cambiar. O eso o nos morimos.

Así que decidimos reconocer la situación. ¿Ya está resuelto? No, en absoluto. Porque al ser conscientes de lo que nos ocurre, seguramente vamos a estar peor aún. En el caso extremo, esto nos va a llevar al cero absoluto, casi a la desesperación. Vivir con consciencia plena algo que ahora sabemos que nos perjudica seriamente, es horroroso. Así que aún caemos más. Seguro. 

¿Qué puede ocurrir entonces? Pues en algunas situaciones en las que he trabajado como coach, este es el punto en el que se decide romper con aquello, aunque no tengas nada más que te respalde. 

Vuelvo al ejemplo del trabajo. Lo dejamos. Dejamos ese trabajo aunque no tengamos otro, aunque las vayamos a pasar canutas durante una temporada.


Y una vez se asume esto, una vez damos por finiquitado una situación, empieza el milagro. De repente, con el marcador a cero, empiezan a parecer otras oportunidades, otras posibilidades que poco antes ni nos habíamos imaginado. Posibilidades que antes eran imposibles. Suceden cosas que ni siquiera esperábamos. 

Esa posición de cero en la que todo lo damos por perdido resulta que es el mejor punto de partida. Hemos aprendido a quitar de nuestra vida lo que no lo que nos interesa, lo que no queremos. Nos focalizamos en lo importante, en lo coherente con nosotros mismos. Entonces, sólo entonces, se disipa la niebla y todo empieza a funcionar. ¡Milagro!